sábado, 30 de diciembre de 2023

Los hijos de la noche


Pongamos que hablo de “Los hijos de la noche” (Benito Perojo, 1939; en La 2).
Hay un movimiento de cámara por el decorado de la iglesia donde se oye la primera canción de Estrellita Castro digno de mejor causa. Luego se da en sentido contrario-seguramente había que aprovechar las vías tendidas- para ir a recogerla a ella y acompañarla en su salida de la iglesia con su bandeja de vendedora de lotería, produciéndose una transubstanciación de los decorados de la iglesia en los de la calle en plena vorágine que ríete del “Amanecer” de Murnau.
Ella entonces parece tener un accidente que va a dificultar su vida, pero la rescatan unos conocidos celebrando, que le hacen a su vez festejar la Navidad con toda la alegría que se le debe, y ella emprende y dirige con decisión una marcha y canción como si se tratase del Denis Lavant de Holy Motors con sus acordeonistas.
Rodada con presupuesto que a saber de dónde salía -véase el banquete elegante de poco después- en Cinecittà posee alguna escena posterior que me ha resultado también sumamente interesante. Una en una habitación llena de espejos de la que, sin duda, Orson Welles debió sacar buena nota para su “La dama de Shanghai”, y otra con ella misma vestida de cuento en un palacio de cuento.
Pero lo que más me ha intrigado es la forma, no sé si el descaro, con el que se muestran las dos clases sociales. Una -la de la tía proveedora de todo el dinero- instalada en un mundo a su servicio de forma inamovible. A ella pertenece también su hermano, interpretado por un Alberto Romea que hace muy bien de tarambana despistado, al que todo le importa un pimiento y va a la suya.
Por otro lado, ese conjunto informe de pobres instalados en la más absoluta miseria, auténticos sintecho, sin esperanza alguna de cambio, que se dedican a pillar lo que pueda estar al alcance de su mano.
Me he preguntado, por el final, cómo debía interpretar la película, surgida en las circunstancias en las que surgió: producto del “bando nacional”, rodada en la Italia fascista con los siempre presentes Estrellita Castro y Miguel Ligero. ¿Habrá tenido alguna mínima intención de reconciliación nacional, de reconocimiento de la miseria absoluta en la que iba a colocarse a medio país?
Intrigado, he ido a buscar si encontraba alguna referencia que hablara de ella, valorándola mínimamente y viendo si alguien más le encontraba una postura, cuando menos, intrigante. Y he dado con un artículo de Francisco Llinás para el Archivos de la Filmoteca Valenciana -concretamente el número 7: ¡que buena era la publicación en esa época!- en que, efectivamente, además de reconocerle ciertos hallazgos formales, la reconoce como una rareza en la que aprecia “la dificultad de Perojo de hablar desde el franquismo”. Se muestra sorprendido por encontrar en ella “la presentación de un tipo de personajes que sólo volveremos a encontrarlos en el cine español, y adobados de moralina, en los años 50”. Está hablando, claro, de los pobres, puesto que “en los años 40, salvo raras excepciones (…), en el cine español no hay pobres, al menos urbanos”. Constata que “La Inglesita, Currinchi o Piruli, pintorescos apodos de los personajes, no son solamente pobres, sino personajes lumpen, que viven en chabolas, rodeados de cochambre y, para mayor rareza, son raterillos. Por supuesto, son buenas personas, y en ellos la honestidad es innata, pero hay que subrayar que su presencia es totalmente extemporánea en un cine que se define por dulcificar sistemáticamente las aristas. Y sobre todo hay que señalar que en ningún momento son mostrados como personajes dañinos, sino como víctimas”.
Y acaba diciendo que “evidentemente, nada subversivo podemos encontrar en la película, solamente pequeños chirridos, elementos discordantes que evitan en la medida de lo posible lo bien pensante. Es un cine más cercano al de los años de la República que al modelo que el franquismo irá imponiendo.”
Me ha gustado dar con esta opinión, autorizada …y coincidente.
Y, para acabar, incluyo aquí abajo el enlace al magnífico chotis que se canta y escenifica en la película:


 

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