Pues me he divertido e instruído mucho con “Potemkinistii” (Radu Jude, 2022; en Mubi).
Se ve que, en contra de la benévola mentira con que Eisenstein finalizó “El acorazado Potemkin” (1925), en verdad el famoso barco de guerra, perseguido por la flota rusa, se refugió en el puerto rumano de Constanza, donde sus rebeldes marineros obtuvieron refugio político.
En la trama de este cortometraje, un escultor sube penosamente junto a una funcionaria las escaleras que conducen a las ruinas de un monumento soviético hoy abandonado, erigido en honor de los potemkinistas, que fue como se les llamó a esos marineros que rehicieron su vida en Rumanía. Quiere convencerla para actualizar y poner de nuevo en vigor el monumento.
La película consigue, muy amenamente, dos o tres cosas: por un lado, recordarnos excelentes escenas de la película de Eisenstein, que se reproducen a lo largo de su metraje, por otro lado, ofrecer una irónica revisión de la historia reciente… y de la situación política y artista actual.
No es poca cosa.
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