Oli a punto de recibir calabazas.
Llegando al fuerte en medio del desierto, estilo “Beau Geste” para una estancia rápida, justo para olvidar, en la Legión Extranjera.
Presentación ante el coronel del fuerte y oír las condiciones laborales.
Ayer me puse a ver en Arte Tv una película y, nada más empezar, me creí en el cine Publi, pero el antiguo, el de la icónica galería de entrada y vecino al Salón Rosa. Fue porque aparecía un cartel por el que desfilaban sus títulos de crédito mientras sonaba la tonadilla que hizo las veces de magdalena proustiana: el “ta tan, tatán,…” de El Gordo y el Flaco.
La película era “Locos del aire” (“The flying deuces”, A. Edward Sutherland, 1939; enlace para verla en versión original con subtítulos en francés abajo). No parece tener mucho partidario (un 5,8 en Filmaffinity), y me extraña, porque es verdad que tiene una fase final -la que le da el título y algo antes- alargada y facilona, pero por lo demás yo la recetaría para aliviar diferentes males sin dudarlo.
Una primera sorpresa es notar el vozarro de Stan Laurel, mucho más potente que el de Oliver Hardy, manteniendo sólo su vocecita lastimera del doblaje al que estamos acostumbrados cuando, desconsolado, se pone a llorar. Pero por lo demás, entra en lo que se espera de la pareja, y mucho más:
-Ahí están los repetidos golpes que, involuntariamente, se propina Stan Laurel y que, fatalmente, va a recibir también Oliver Hardy cuando se ponga a enseñarle cómo se deben hacer las cosas.
-Las relaciones entre ambos podrían ser, como en toda la serie de películas famosas suyas, pasto de análisis psicológicos de envergadura.
-Es ésta la película en la que los dos van a la legión extranjera… como método para olvidar, porque Oliver se ha enamorado perdidamente de una mujer, y es un amor no correspondido. Su conversación con el coronel del fuerte y las decisiones que toman escandalizados por el bajísimo salario que les anuncia, son plato tan de buen ver como el trabajo de lavandería en que deben penar o ese baile que se marca Stan cuando Oli se pone a cantar entre los legionarios.
-En un momento dado, Stan hace de (falso) Harpo Marx tocando el instrumento que éste siempre toca.
La realización y producción es justilla, con mucho cartón piedra, pero, aunque no es eso lo que se va buscando cuando se quiere ver una película de el Gordo y el Flaco, alguna cosa hay, como ese fabuloso diamante de compromiso que emite destellos por toda la habitación.
Que se disfrute como lo he hecho yo. Enlace a la película en VOSF:
Servicio de castigo: Oli plancha mientras Stan lava y escurre.
Stan se dirige a un trozo del tendedero donde ha visto que aún hay sitio para tender una pieza.
Oli, oyendo la música de la guitarra de un legionario, se ha puesto a cantar, nostálgico. Stan se ha marcado un baile al que al final le acompaña Oli. Como en “Laurel y Hardy en el Oeste” (1937)
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