María Casares.
Federica Montseny.
Carrillo, dispuesto a decir todo lo contrario de lo que había dicho siempre, intentando dar la imagen de comprensivo y razonable.
Andres Malraux explicando la guerra española que aparece en sus memorias.
¿Podemos imaginar la impresión que habría causado en cualquier espectador medianamente consciente ver “Les deux mémoires” (Jorge Semprún, 1974) en el momento de su producción?
Ayer se proyectó en la Filmoteca. Lo que se dice en ella ya es bien conocido por casi todos, pero durante el final del franquismo aseguro que habría sido considerada, faltos como estábamos de ese tipo de relatos, como una auténtica revelación.
En el inicio de una copia presentada por la insólita complicidad de tres filmotecas (la española, la catalana y la cinemateca francesa) surgen unas imágenes “actuales” (primeros años 70) de las playas de Saint-Cyprien y Argeles sur Mer, repletas de bañistas. De pronto, en la pantalla se inserta un plano en blanco y negro: se trata de una imagen del campo de concentración, con sus ocupantes, que hubo precisamente ahí en 1939. Poco después, ya desvelada la coincidencia, los lavaderos del camping, utilizados con profusión, nos llevan forzosamente a otra realidad bien diferente…
Múltiples personalidades de diferentes ideas políticas relatan a continuación su visión de los hechos precedentes de la guerra civil, del estallido de ésta y de la revolución simultánea y del primer -y posterior exilio. Tratándose de un trabajo de Jorge Semprún, y pese a la apariencia de orden que ofrecen los títulos aclaratorios que va colocando, como abriendo nuevos capítulos, los saltos adelante y atrás del supuesto orden cronológico de hechos narrados están a la orden del día.
Sólo por ver y oír a las diferentes personas que intervienen ya tendría la película un valor documental sobresaliente. Por ahí pasan Federica Montseny (que comenta lo cerradas que estaban las puertas y ventanas de las casas de Le Perthus al paso de los exiliados españoles), Santiago Carrillo (¡Semprún le fue a pedir una entrevista a quien le expulsó del Partido Comunista, y éste accedió a sus deseos!), José Peirats (inicialmente paseando con un joven y fornido Semprún por un jardín de casa francesa), María Casares (mostrando en un descanso de ensayo teatral su fuerza interpretativa y la pasión con la que habla de España), Gabriel Jackson, Fernando Claudín, Gil Robles (apoltronado tras su barrigón), Lucio Losa (a recordar la muy utilizada botella de Fundador que dice vestía la por lo demás absolutamente desnuda mesa del juez militar que envió a sus hermanos a la muerte de forma totalmente arbitraria), José Menese (con un cante bien crudo), Dionisio Ridruejo, Ian Gibson, Wilebaldo Solano (POUM), Manuel de Irujo (relatando su intervención providencial en el proceso contra el POUM de 1937).
Gil Robles es de los pocos que habla en español, mientras que casi todos se expresan en su francés aprendido durante el exilio hasta dominar sus formas, pero sin dejar atrás un bien macarrónico acento español, y ese idioma y pronunciación marca de forma peculiar toda la película.
De tanto en tanto, unos reportajes filmados poco conocidos toman el relevo y ayudan a matizar o profundizar lo oído. Ahí están las recepciones palaciegas de Franco, al que van a rendir pleitesía jefes de gobierno de todo el mundo, y cantidad de otros.
Tras uno de esos titulares que intentan cambiar el tercio en el documental, una nueva generación aparece, en general ya con un francés mucho más perfecto. Juan Goytisolo reflexiona caminando en círculos en un oscuro interior, José Martin Artajo habla de su proceso interior de cambio, de hijo del régimen a exiliado opositor, Lucy Durán habla en inglès- sobre su padre, Gustavo Durán, quien nunca le habia dicho nada de la guerra ni le había contado, por ejemplo, que fue amigo de Hemingway, Carmen Claudín aparece haciendo cábalas sobre su futuro, Simon Sánchez Montero nos transmite su experiencia de las prisiones franquistas, con una feroz anécdota sobre una canción que cantaban todos los condenados a muerte y como iba acallándose a medida que iba llegando a cada uno de ellos la noticia de que esa noche habría una saca. Xavier Domingo habla exhibiendo con chulería su sombrero en un interior, pero reconozco no haberme enterado muy bien lo que decía, porque estuve pensando todo el rato en una noche de juerga que pasé unos años después con él en varios emplazamientos, y cómo intentó ligarse a mi hermana, que me acompañaba. También el Abad de Montserrat, el cantante Raimon, Yves Montand (hablando, como hacía su personaje de “La guerre est finie”, de los turistas que iban a pasar sus vacaciones a la España franquista) y el propio Jorge Semprún, entrevistado, en un curioso y sorprendente salto final, por Montand, quien le pregunta qué pretende con “Les deux mémoires”:
-Romper la retórica que lo invade todo, y escuchar a los otros. Esa es la (nueva) ideología del film.
José Martin Artajo y Lucy Durán. Decididamente, ya hemos dado con una nueva generación.
Carmen Claudin, transmitiendo sus dudas.
E Yves Montand preguntando a Jorge Semprún, como uno más.
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