Llegada de la pareja de recién casados al hotel.
Una presencia de lugares de Roma muy fuerte.
Me ha gustado ver ahora, con perspectiva, “El jeque blanco”, el primer largometraje en solitario de Federico Fellini (1952).
La pareja de recién casados llega a Roma para una visita planificada al minuto por el marido en función de su familia romana, con audiencia del Papa incluida, mientras la dominada mujer tiene por su parte en su cabeza la intención de conocer a “El Jeque Blanco”, con el que se ha carteado.
La separación entre ambos que visualmente captamos a su llegada al hotel mediante un sacerdote que se interpone entre ellos y luego con la reja del ascensor en que se la lleva el mozo del hotel veremos enseguida que se constituirá en el tema de todo el film.
Se ve claramente la influencia de los fumetti (medio en que había trabajado Fellini a su llegada a Roma), todos sus personajes caricaturas, con figuras como ese intruso en calzones de baño y camiseta imperio que está siempre en medio, embobado. Tiene todas las puyas a la Iglesia, al funcionariado y al sentimiento patriótico que queramos. Pero lo bueno es que es una producción modesta y el mismo Fellini aún no se copiaba a sí mismo, con lo que está, me parece a mí, en el justo límite antes de entrar en la caricatura absoluta, manteniendo una frescura que será ya difícil encontrar en sus últimas películas.
¡Ah! Y Nino Rota empezó a experimentar las alegrías de fanfarrias que mostró con el posterior “8 y 1/2”.
El conocimiento en persona de una especie de Rodolfo Valentino con más relleno haciendo del personaje de El Jeque Blanco.
El magnífico intruso del traje de baño estilo bañera y la camiseta imperio.
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