domingo, 9 de mayo de 2021

Sangre

Enrolándose como tripulación del petrolero.

Puente de mando. Me hace gracia el sillón desde el que el capitán, aburrido,contempla las maniobras de su barco, en perpetuo desplazamiento con base en Rosario.

El varapalo ha sido enorme en cuanto a la aceptación de “Sangre” (Juan Schnitman, 2020; en Filmin por ahora solo durante el Festival d’A, que se acaba hoy): dos suspensos sin paliativos tanto en Filmaffinity como en la más benévola IMDB.
Eso me hace pensar que el gusto mayoritario está cambiando. Por una parte yo tenía observado que a la que hubiera escenas eróticas, como las de su primera parte, eso se reflejaba, para bien, en la nota que suele adjudicar la gente. Por otra parte, si en vez de estar entrando en la tercera década del siglo XXI estuviéramos en los primeros años 80, doy por descontado que al menos desde ciertas tribunas se hubiera saludado la película como el buen reflejo de una obsesión enfermiza, de esas cosas que atraían tanto a cierto cine negro francés o, sin ir más lejos, al Vicente Aranda del momento.
Quizás convenga no leer la sinopsis que presentan esas webs, que te sitúan en hechos que no compruebas hasta ya transcurridos más de dos tercios del film. Digamos que, reconociendo un bache profundo por su mitad, me ha atraído, por inusual, todo su planteamiento, con esa entrada en el mundo de la marina mercante que, con la excepción de “Fidelio” (Lucie Borleteau) no había visto nunca tratado y confiere una atmósfera especial.


Una brasileña en Argentina.

Con una peca singular.

Una española en Argentina. Un pasado común.

 

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