Las perspectivas eran nefastas: un 4,2 en Filmaffinity, un 4,7 en IMDB (que siempre las puntúa un poco más alto), y hasta un 2 le pone uno que me han asignado como “alma gemela” en la primera. Aún así, me he decidido a ver qué deparaba “La mujer y el pelele” (Mario Camús, 1990), que pasaron anoche en Betevé en el programa ese que hacen sobre películas rodadas en Barcelona. No es que me haya gustado, pero la he ido viendo y hasta he llegado a su final. Echan por la tele cada día docenas de películas peores, en mi opinión.
Se trata, claro, de una nueva versión de la novela de Pierre Louys, que tanto gustaba a los surrealistas y que a tanta película ha dado juego, y entre ellas a “Ese oscuro del deseo” (Luis Buñuel, 1977).
No hay quien se crea en ella a la Maribel Verdú de veinte años como objeto de pasión ni a Pierre Arditi (que se ve en general aburrido y en particular realmente incómodo, sin saber qué hacer, en las escenas amorosas) como consumido por una destructora pasión. Por otra parte, Antonio Flores -el hijo de la Faraona- no es que haga subir con sus dotes interpretativas la impresión global, precisamente.
Así las cosas, la película viene a ser un conjunto de dimes y diretes, de desplazamientos y situaciones estancadas que no llevan a mucha parte, pero que sí contienen una serie de escenas bien extrañas, dignas de otro tipo de película (el protagonista explicando su historia en un café parisino ante la atenta mirada de cada vez más comensales), y que dejan ver una serie de escenarios, vistos con perspectiva, bastante curiosos.
Así, siendo de 1990, posiblemente lo que pasa es que se sitúa en el límite, pero aún en el final de periodo pre-juegos olímpicos, a caballo pues entre una Barcelona y alrededores con un sabor singular, que había de perderse irremediablemente en poco tiempo (el pasaje de la Industria, el puerto de la cementera de Garraf, las fábricas junto a la vía del tren tras cruzar el Llobregat, algún que otro recinto fabril o el Walden 7 con esas redes que tuvo tanto tiempo puestas, para evitar accidentes en la caída de losetas) y una nueva constituida por logros anteriores reavivados (la Fonda España, el restaurante de la Fundació Miró) o recién preparados (el Hotel Más de Torrent).
Y no lo he visto en los títulos de crédito y yo soy muy malo en estas cosas, pero diría que un par de sus canciones son de Manuel Molina, el de Lole y Manuel.
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