jueves, 20 de mayo de 2021

La videoguerrillera


Una apisonadora a toda velocidad pasó ayer por las redes de la Federació Catalana de Cineclubs, dejando boquiabierta a la audiencia. Mireia Iniesta fue hurgando entre diferentes temas para que María Cañas se explayase en sus explicaciones, y vaya si lo hizo: puso en marcha el ventilador y ahí apareció de todo. Solo apunté alguna de las expresiones, porque no me dio tiempo de retener las otras o la risa, una vez captado el concepto, me inutilizó una y otra vez.
Ya de salida Mireia Iniesta mencionó movimientos a los que, según la expresión de la artista, ella perteneció -según propia declaración- en un momento u otro, como la Risastencia o la Videoremezcla.
La videasta (mientras el cuerpo aguante, aunque confiese estar muy quemada) completó la definición con toda otra retahíla sobre el carácter de sus producciones, de la que sólo retuve lo de quitamiedos, quitapenas y su autodefinición, como hacedora de la misma, de vídeoguerrillera o ciberquijota. En otro momentó explicó que, de tanta etiqueta, ya se agota, pero el caso es que, pese a baches emocionales, sigue viendo, guardando y manejando todo lo que encuentra por internet, hasta dar forma a una de sus cosas.
Uno de los momentos que más me llegó fue, no obstante, cuando soltó, detrás de uno de sus ramilletes de palabras entrelazadas, un “¡Ay!”. Suspiro profundo.
Consciente “de lo que puede llegar a liar una buena moza en su casa con el Youtube”, que es tanto materia prima como depositario de su trabajo, a la pregunta de qué opinión tenía sobre el tema de los derechos de propiedad esgrimidos por las grandes corporaciones, María Cañas responde sin demora:
-Si le estamos dando nuestras almas al Fachabook, ¿por qué no podemos gozar un poco de todo lo que se ventila por ahí?
Consciente de la estúpida persecución de estas grandes redes (“Pones un pezón, aunque sólo sea para hablar del cáncer de mama, y te censuran”), a la pregunta de Julio Lamaña sobre cómo se sitúa como documentalista, lo tiene muy claro: “Yo no quiero ser Michael Moore. Yo quiero hacer cine para crecer”.
Cuestión obligada, la de cómo se maneja con tanto archivo, ella que lo copia, para utilizarlo en algún momento, todo: “Mis archivos son los archivos de la magia, pero sobre todo del caos”. Y una pista sobre su casi enfermedad, la acumulación, que llega, por lo que nos enteramos, hasta dejar todo tipo de materiales en una habitación de casa de sus padres: “Ya se dice que, en el fondo, se acumula para huir de la muerte”.
Pregunta de rigor final: ¿qué nos va a deparar María Cañas en un futuro próximo? Habiéndole oído decir más de una vez, muy seriamente, que iba a dejar todo esto del video, su respuesta es reconfortante:
“Me quería retirar, pero me he liao”. Me obsesiona todo lo que hemos vivido de la pandemia y el confinamiento y lo he grabado absolutamente todo. Tengo un petabyte (y ahí, inexpertos, pensamos todos que esa unidad de medida suya era otra divertida invención suya) de material, y ahora me han pedido una cosa...”
¡Bien!
En la imagen, Julio Lamaña (nunca sé si desde aquí mismo o desde Colombia, pero en todo caso con un auténtico acento de allá) y Mireia Iniesta escoltando, arriba, a María Cañas, que espera preguntas desde su casa de Sevilla, junto a su perro Murphy -que se comportó, saludando al final- y ante un frame alterado de “El coloso en llamas” de la que se siente orgullosa (y algo temerosa de que, como con todas sus películas, no le vayan a pedir un dineral por su creación).


 

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