Quizás sea lo mejor de “La garra escarlata” (1944, visible en Filmin): El cartero, otro parroquiano y el tabernero, muertos de miedo (primera foto), intentan tranquilizar al párroco cuando él y todos los del lugar oyen de nuevo tañer insospechadamente las campanas de la iglesia. La vez anterior un hecho trágico sucedió con ese aviso. Un arranque de cine de miedo impecable.
Poco después, Sherlock Holmes, que se muestra escéptico como solo él puede hacerlo, asiste junto al Dr. Watson a un encuentro científico, en el que ponente defiende la existencia de hechos sobrenaturales.
Llegados a este punto, habiendo guardado las esencias de lo mejor de la serie de William Neill de los años 40, en la que un engreído Basil Rathbone hizo del detective y Nigel Bruce de su aquí tontaina pero divertido ayudante, si no se dispone de tiempo yo aconsejaría hasta abandonar la partida. Por no haber, no hay ni deducciones de esas tan buenas de Sherlock Holmes. Se ve, sin más, sin el disfrute de ese inicio. Bueno: quizás esté también esa evocación laudatoria al Canadá lanzada en plena contienda mundial.
Este episodio de la serie tiene, no obstante, el aliciente de ser el que causó el pavor del niño Víctor Érice, inspirando muchos años después su hermosa evocación de “La morte rouge”.
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