Sherlock Holmes toca el violín, usa sus conocimientos (aunque sin mostrar su extrema paciencia y método de los relatos) con las colillas de tabaco y habla de su admirada Irene Adler, mientras el Dr. Watson se muestra, siempre involuntariamente, bastante gracioso. Sólo en un par de instantes, en que aparecía una sofisticada mujer, digna rival suya en inteligencia, recordé vagamente que ya la había visto anteriormente.
Resumiendo: que “Dressed to kill” (1946, en Filmin) me ha parecido un poco por encima del nivel medio de la serie de películas del detective con Basil Rathbone y Nigel Bruce, dirigidas y producidas por William Neill.
Como aparecen salas de subasta de lo más británico, la primitiva, llena de solera, sede de Scotland Yard y hasta un antro nocturno de mala muerte del Londres old style y además todo se resuelve gracias al biografiado por James Boswell, se podría resumir con aquello de que anoche proporcionó una velada de lo más agradable.
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