Hay documentales - a mi entender fallidos- que se enorgullecen de ir dando lecciones urbi et orbe. (Entre paréntesis, en ese barrio sitúo también mi malestar cuando oigo decir a ciertos gobernantes que les falta aplicar una mayor y mejor pedagogía). Y hay documentales de otro tipo de cineastas -que gozan de mi aprecio- quienes, por el contrario, los han hecho para aprender ellos mismos sobre su entorno. Frederick Wiseman es, sin duda, uno de ellos.
Ayer pasé por Free Time, el sitio actual de Barcelona en el que puede encontrarse un abanico de revistas más amplio (y que, resultando muy rentable, dure mucho), y vi un Cahiers du Cinema de esta última época, con su redacción totalmente renovada. Como me habían hablado bien de esta nueva deriva de la publicación, que hacía tiempo que no leía, y los temas resaltados en portada parecían interesantes, me hice con un ejemplar: más material para el confinamiento. Solo empezar la entrevista que le han hecho a Wiseman, éste hace estas declaraciones, confirmando su línea de actuación conforme lo que digo (traduzco del francés a mi aire):
"No tengo una respuesta elaborada acerca de la forma de alcanzar una cierta fuerza de análisis sin ser didáctico. Estoy obligado a hacer un film para mí, sin pensar en los espectadores o postulando que el público es tan tonto y tan inteligente como yo. Pero lo que espero, porque sobre todo he leído mucha literatura -las novelas de Nathaniel Hawthorne, de Edgar Allan Poe, después Stephen Crane, Henry James, a quien admiro enormemente, Nathanael West...-, es que mis películas reflejen la complejidad humana como la novela puede llegar a hacerlo".
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