Marianne -siguiendo las peripecias vitales de Nico- y Gerard, el alter ego de Philippe Garrel.
El amigo pintor, al que le falta un ojo, y su pareja, siempre reflexionando sobre su relación.
Toda una primera parte llena de reflexiones -con sus ecos erróneos- sobre el amor.
No sé si me gusta realmente conocer ya bastante bien los avatares amorosos de Philippe Garrel, porque entonces veo ahora todas sus películas de esa época bajo esa clave, en detrimento de atender realmente a lo que se desprende de ellas, que sería lo suyo.
Al final de “J’entends plus la guitare” (1991) aparece en la pantalla un letrero diciendo que el film está dedicado a Nico, fallecida un par de años antes en Ibiza, justo como se dice poco antes en la película del personaje de Marianne. Esa Marianne es, sigue desde luego la estela, de Nico. Bastante al principio hemos visto representada una visita a su hijo, criado por la abuela, como Nico iba de vez en cuando a ver al hijo que tuvo con Alain Delon a casa de la madre de éste, para volver a separarse de él de nuevo al poco tiempo.
Dos amigos con sus parejas, en unas vacaciones, en Italia. Luego, ya de regreso, en Francia. Una de las parejas está formada por un pintor con media cara destrozada (Yann Collette) y una mujer que le recrimina -como pasa en muchas de las películas de Garrel- que él no le diga nunca que la ama y le presiona para que le haga un retrato (como en “Les baisers de secours” ella quería interpretar en cine el personaje que, sacado de ella, había hecho él). La otra pareja está formada por Gerard -alter ego de Garrel- y Marianne, en el papel de Nico: Él quiere tener un hijo con ella (la importancia de tener un hijo juntos en los films de Garrel...), cosa que ella niega o, por lo menos, aplaza.
Se trata de un film en color, recuperado singularmente en su filmografía, con escenas que van dando razón, a saltos, de la evolución de la situación entre las parejas y, principalmente, de la de Gerard y Marianne.
Llegado un momento, cuando parece que está triunfando por fin el amor en esta última pareja, entra en juego una nueva invitada, la heroína, con su bestial papel destructor. Es momento de sacar a colación el recuerdo de un Garrel que, junto a Nico, venidos a Barcelona para un concierto de armonium de ella, se alojaba, con todo metido en el cuerpo, en la más cutre pensión de la Plaza Real...
Quien le saca de esa situación, quien vuelve a poner sábanas blancas a Gerard en su vida, es Aline, interpretada por Brigitte Sy, con la que Philippe Garrel tuvo dos hijos...
Por una vez, Filmaffinity se deja de supuestamente detalladas -siempre incompletas y equívocas- sinopsis a la hora de fichar la película, y se pone a dar un sentido a ese titulo tan especial de “Ya no oigo la guitarra”, en el que aparecen la crisis de los cuarenta, la resaca del mayo del 98, la “mística del primer amor” y todo de cosas así. Quizás sí, quizás “J’entends pas la guitare” sea un film sobre el “desorden amoroso”, pero ya abandonado toda el eventual aspecto vivificante que éste hubiera podido suponer años antes.
Otro título fundamental de Philippe Garrel, cineasta fundamental en mi orden de cosas, que he podido rescatar por esas hermosas evocaciones retrospectivas que hace José Luis Márquez en su muro.
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