Pues me ha gustado “Tarde para morir joven” (Dominga Sotomayor, 2018, Festival D’A) que, a mi modo de ver, confirma el talento de su realizadora. Es una de esas películas en las que, explicadas, se pensaría que no hay apenas acción pero, en cambio, el retrato de grupo que se hace en ella resulta extremadamente perspicaz.
Narra los días de verano que pasan un conjunto de familias, con niños y adolescentes a mansalva dejados en libertad, en unas parcelas campestres, alejadas de la ciudad, sin electricidad, en casas a medio hacer. Todo gira alrededor de Sofía, una adolescente a la que se le ve sufrir ese paso.
Al poco tiempo te das cuenta (coches, casettes,...) que está ambientada hace unos años. Por ahí -que no en la película, o al menos yo no lo vi- se dice que estamos en 1990, cuando se reemprende en Chile la democracia. Parece una desordenada comunidad viviendo en Libertad, construyendo, como hacen en la película los niños, sus cabañas para vivir a su modo, pero alguna escena (rescate del perro, bajada a la tienda “El cerrito” a comprar) deja evidente tensiones con las comunidades vecinas, a sumar a las propias marcadas por una adolescencia a la que no se le ponen las cosas fáciles.
Sofia, que en algún momento tiene una retirada a Pilar López de Ayala, está interpretada por Demián Hernández, un trans que aporta al film buena parte de su misterioso atractivo.
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