Frecuentemente inicio alguna serie televisiva, con la pretensión de averiguar si me pilla, como parecen pillar a tanta gente. Casi siempre me surge de forma inmediata el rechazo o, en el mejor de los casos, al poco tiempo la decepción. Por eso valoro ésta, que me ha atraído lo suficiente como para haber visto, intrigado, sus ocho episodios. No sé si se encuentra fácilmente. Yo la grabé del Sundance Channel hará un par de meses, y la he visto ahora. Se trata de “Maltese” (Leonardo Fasoli y Maddalena Ravagli, 2017).
Su argumento: Un policía romano, que nació en Trápani (Sicilia), pero se fue de ella de joven, regresa veinte años después a su ciudad natal para, como comisario, investigar la muerte del inspector Peralta, amigo de infancia. Poco a poco va descubriendo una espesa red de complicidades entre el poder político y social de la ciudad y el crimen organizado.
Sus primeros capítulos, que exhiben lo que diría es una buena puesta en escena, saben, para mí, crear ambiente y -cosa rara- respetar los necesarios silencios. Es verdad que resulta bastante previsible, que por sus capítulos finales se aprecia algún discutible cambio de punto de vista, alguna escena de suspense y acción bastante dilatada, etc. Pero eso no disminuye drásticamente mi valoración global, para la que quizás ayude, puestos a decirlo todo, unos actores mayúsculos, muy creíbles (¡ese desesperante fiscal general cascarrabias!) y no digamos la aparición por la trama de una fotógrafa de prensa (encarnada por la actriz Rike Schmid) de cómplice sonrisa más que contagiosa.
Está ambientada en los años 70 (en ocasiones parece que hayas accedido a una muestra de coches de esa época) yo diría que para tranquilizar algo a sus espectadores, para que piensen que todo ese sistema corrupto es cosa del pasado.
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