miércoles, 8 de mayo de 2019

Homenaje a Gubern

Pues no estuvo nada mal el primero de los tres actos que está previsto dedicar a Román Gubern en la Virreina (“Román Gubern, la imagen expandida”, llaman al ciclo).
Valentín Roma (que no se quita la gorra ni un momento), en su breve introducción dando la bienvenida a la institución que preside, se dedicó, como en el coloquio hizo también luego un artista valenciano y un profesor francés, a agradecer a Gubern su maestrazgo pionero en temas de comunicación por los que luego han circulado ellos mismos.

José Luis Corazón, comisario del ciclo, hizo un repaso visual a los libros más famosos de Gubern, que abarcan temas como el cómic, la historia del cine (con especial incidencia en el cine surrealista y el de la Republica y guerra civil), la caza de brujas, o sus propias memorias. Siempre, según subrayó, “escritos para todo el mundo”, refiriéndose a su lenguaje tan asequible.


Fue el turno entonces del propio Gubern. Si sus piernas o incluso la cara que ponía mientras se oían los parlamentos de otros ya parecían ir anunciando que finalmente él también había cumplido una cierta edad, cuando arrancó a hablar dejó claro que su mente le sigue trabajando sin problema.
Fue esa primera suya una intervención corta, pero que le permitió mencionar sus primeras degustaciones tanto en cómic (señaló al sabio despistado Dr. Nimbus) como en cine. Para llegar a esta segunda señaló primero que era hijo de la guerra civil, que con su familia, huida de Barcelona, viajó de Marsella a San Sebastián, pues fue allí donde se produjo su encontronazo con el cine. Se trató de una cinta de animación, que le dejó muy aturdido, con la impresión de haber asistido “a una danza mareante”. Más adelante fue cuando se produjo su encuentro con el cine como expresión artística, singularizado en las películas del Indio Fernández, y, como experiencia sociológica y política, con el cine negro norteamericano, que te ponía “un cadáver sobre el asfalto” y dejaba circular y dar a entender las bajas pasiones, diciendo cosas que en otro tipo de películas no se podían decir.
Esta primera intervención suya también dio para a/ una certera definición (“Una imagen no es sino la presencia de una ausencia”), que hizo recordando un ejercicio escolar: diferenciar entre una flor y una imagen de esa misma flor; b/ para explicar no sé si maliciosamente un recuerdo, en todo caso una chafardería de esas que luego le reclamaría otro ponente de la mesa, Esteve Riambau: que a Terenci Moix le ponían las películas de gladiadores y c/ para señalar que esas primeras experiencias con el cine le abrieron la vía del cineclubismo...

Esteve Riambau, que -quizás debido a tanta práctica- ha ido dotando a su discurso en sesiones de éstas de un potente gancho, sabiendo en los últimos tiempos condensar muy bien la esencia de lo que está en juego, explicó que es -ahí podría extenderlo a la primera persona del plural: somos- de una generación autodidacta en esto del cine, que ha vivido a rebufo de la generación de Gubern, reino de autodidactas de la imagen, constituida en punto de referencia básica. También que lo primero suyo que leyó, con gran provecho dado lo didácticamente que estaba escrita, fue su “Historia del cine” en edición de 1969, esa que más tarde Gubern confesó haber podido escribir gracias a haber ido a vivir en 1958 a Paris y frecuentado su Cinemateca, en la que reinaba Langlois, “siempre rodeado (y aquí entró de nuevo en acción el Román Gubern rey de las chafarderías) de sus ballenáceas amigas”.
Riambau dio entonces una de esas definiciones tan gráficas, situando a Román Gubern como “El último de los historiadores clásicos y el primero de los modernos”, dando a continuación varios ejemplos de ello.
El último de los ponentes fue Paul Hammond (coautor con Gubern de un libro sobre Buñuel), quien explicó detalladamente las circunstancias de su primer encuentro, de sus encuentros posteriores y finalmente, de sus trabajos conjuntos, casi siempre con Luis Buñuel por el medio, exteriorizando en un momento fugaz, de forma inesperada, en medio de la lectura de su escrito, una irreprimible emoción.
Al final del coloquio, Gubern, a quien se le veía cómodo, divertido, cerró el acto recordando que él de joven lo que quería estudiar era para ingeniero de telecomunicaciones. Pero intervino el jefe de Orientación Profesional de la Diputación, quien se lo quitó de la cabeza: “Eso no tiene futuro”, dice que sentenció.

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