Cuando en el minuto 71, aproximadamente a la mitad de su metraje, el protagonista de “Largo viaje hacia la noche” (Bi Gan, 2018) se puso en la butaca del desvencijado cine en el que estaba sus gafas, hubo un revuelo en la Filmoteca. El público que abarrotaba ayer la Sala Chomón, avisado previamente, todos a una, se puso a su vez las gafas que les habían entregado en la entrada, para poder ver en tres dimensiones lo que quedaba de película.
A partir de ese momento, se iba a vivir, acompañando por un túnel de mina y más allá al personaje, una experiencia totalmente onírica. Claro que ya previamente si algún calificativo se adapta a la película es el de onírica...
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