“Judex” (1963) fue una de las primeras películas de Georges Franju que vi. Fue en una retrospectiva completa de su obra en la Filmoteca de la calle Mercaders. Ahora la he vuelto a ver gracias a un DVD prestado por un amigo, con la ventaja de haber conocido hace un par de veranos (en esa ocasión gracias a la Filmoteca de Shangrila) el serial de Louis Feuillade (1916) al que Franju homenajeaba haciendo una nueva versión en película de sus trece episodios.
La visión del “Judex” de Franju fue importante para mí debido al enorme descubrimiento de su cine, tan sugerente. Pero entonces esa película precisamente, que consideré un agradable divertimento, no me gustó lo que ahora, dejándola en mi aprecio muy por debajo de otras que, también todo sugerencia, consideré menos artificiosas.
Sí que reparé, claro, en unas cuantas escenas que ahora saltan a los ojos de cualquier espectador, por distraído que esté. A Joaquín Jordá le gustaba especialmente la de la villana disfrazada de monja, con esa espectacular toca que tanto le atraía, hasta el punto de hacer aparecer en su “Monos como Becky (1999) un par de monjas paseando, haciendo oscilar las alas de su blanca cofia como si se tratasen de las alas de una majestuosa ave. Ver ahora el chocante plano de la monja mirándose en un espejo de mano o, más tarde, viendo cómo se desprende del hábito hasta quedar sólo con unas mallas negras, liberar su cabello de la espectacular toca y saltar al río desde el cuarto del molino, deja un recuerdo imborrable.
Hay más escenas para el recuerdo, todas ellas chocantes. Hay quien emparenta alguna obra del surrealista Max Ernst con la figura de ese caballero del baile de disfraces, con cabeza de gallo. Y luego están las escenas nocturnas -muy repetidas en otras obras de Franju- en las que una acróbata persigue por los tejados a una mujer con mallas negras, hasta que acuden otros enmascarados, también vestidos de negro...
Pero Franju, en la época famoso por ser uno de los tres fundadores de la Cinemateca Francesa, tiene recursos de puesta en escena de sobras, aunque no sean de los encuadrables en el género fantástico. De eso te das cuenta viendo esta película bastante por el principio. La protagonista, encarnada por la misma Edith Scob de “Les yeux sans visage” (1960), muerto su padre, se ve obligada a dejar al cargo a su hija y toma la decisión de no heredar el castillo donde ha vivido. Tras comunicar su decisión, emprende un recorrido por el pasillo de la mansión que el travelling de Franju, apoyado con la música de Maurice Jarre, nos explica claramente se trata de una despedida visual en toda regla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario