viernes, 26 de mayo de 2017

El hombre erótico


Jorgen Leht contempla en la cubierta de un barco que remonta el Amazonas a una bella desconocida, y piensa lo que podría hacer con ella, mientras se pone a diluviar. Es la escena del prólogo de "El hombre erótico" ("Det Erotiske Menneske", 2010) y quizás la que realmente trasmite ese sentimiento erótico que quiere investigar y definir. Dándole vueltas llego a la conclusión de que es porque es la única en la que se le plantea una posibilidad erótica de futuro, mientras que todas las demás no hacen sino buscar un teórico reflejo de lo ya vivido muchos años antes.
La chica del barco por el Amazonas, antes de la lluvia.
El interesante juego cinematográfico que surgía de esas "Cinco condiciones" (2003) impulsaba a ir a conocer las películas de este extraño personaje (cineasta, poeta, seguidor del Tour de France,...), y este prólogo era prometedor. Previamente, en la presentación, ha explicado que le propusieron hacer un film sobre el sentimiento erótico, que le llevó doce años pensar en momentos sensuales que había vivido, y que finalmente se puso a reflejarlos en el film -aunque luego, en realidad, no se viera ninguno de ellos, más allá de variadas imágenes "de qualité". Y también ha leído un texto en el que se preguntaba si era erotismo esto o aquello, y la última pregunta que se ha hecho era si era erotismo cuando ella hace una tortilla.
La mujer de Dakar, con un vestido de elegante colorido.
Pero no ha aparecido luego en la película nadie haciendo una tortilla, ni nada parecido. Se ha visto a Leth recorrer medio mundo, haciendo un casting tras otro para ver quién podía reproducir mínimamente las sensaciones que tuvo cuarenta años atrás. Se han visto escenas con mucho grano, otras con una definición perfecta, en otros momentos la pantalla dividida en todo un mosaico de pantallas,... Pero siempre chicas en poses resultonas, sin poner inconveniente en salir desnudas, mucha imagen en resumen como de papel couché, en una completo viaje por habitaciones de hotel de Asia, África y América Latina.
Cuando se ha puesto poético repetitivo algún que otro espectador se desesperaba, pero él se ha quedado para mirarse a sí mismo y su obra atentamente, de principio hasta el final, un final que se le ha echado encima de sopetón, cuando iba rápido a pasar por el lavabo, porque la edad no perdona. He aprovechado el momento para escaparme, escaleras mecánicas arriba.

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