He confirmado vía internet, antes de salir de casa, que realmente hicieran en la Filmoteca esta tarde “Esquizo” (Ricardo Bofill, 1970), con la anunciada presentación de Antoni de Moragas y Serena Vergano, no fuera a ser que desde el momento de imprimir el programa algo se hubiera movido. Pero resulta que, en el último momento, Moragas ha imitado a uno de sus queridos toreros históricos (él dirá cuál) y ha dado la espantá. Y ha sido una verdadera lástima, al margen de toda una jugada, porque según me ha comentado luego Esteve Riambau, había preparado un pen-drive con fotografías que hizo durante el rodaje, en calidad de miembro del Taller de Arquitectura, y podría haber comentado con su siempre divertido tono y acertado criterio lo que se cocía por detrás de todo lo que finalmente se ve.
Por suerte Serena Vergano sí ha acudido a la cita, y nos ha explicado lo que íbamos a ver como surgido de un proyecto del Taller de Arquitectura para el barrio de Moratalaz de Madrid, “La ciudad en el espejo”. Ella y otros actores evolucionaban haciendo una performance en la oficina del proyecto en Madrid, como medio de atraer al público que se acercase, y esa performance constituye buena parte del metraje. Ha centrado también el tema del film (ese “Reportaje de ficción sobre la arquitectura de un cerebro” que señala el título inicial), explicando que es una indagación sobre la esquizofrenia, aportada por muchas voces y figuras era el centro de todo. “Nunca como actriz –ha finalizado- se me exigió más a mi cuerpo”.
Que Serena Vergano –guapísima entonces y ahora- creyó y sigue creyendo en la película, para la que lo entregó todo, está claro. Lo que yo no tengo tan claro es si ese entusiasmo y honradez existía también en el proyecto cinematográfico de Bofill. La película –dura, difícil de aguantar en su misma performance de cuerpos que se entrelazan, parecen subir y bajar paredes, mientras coros de voces en off van desarrollando pensamientos asociados, la mayor parte de las veces inconexos- tiene –un efecto muy de la época- varias imágenes choque (la apertura de un cráneo hasta aparecer un cerebro, un niño con prótesis en vez de piernas, enormes tijeras cortando unas uñas, escenas de manicomio y de matarifes y desguazadores en un matadero de cerdos), que uno se pregunta si no están ahí, más que nada, para impresionar. También se distingue la voz de José Agustín Goytisolo en una parte inicial en la que se entiende más su participación, y hasta me ha parecido descubrir la del propio Bofill.
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