Estaba casi llena la sala grande de la Filmoteca para ver “Tren de noche” (“Pociag”, Jerzy Kawalerowicz, 1959). Una sorpresa, tratándose de cine de arte y ensayo del nuevo cine polaco, por mucho que en esta ocasión bajo un esquema livianamente policíaco. Viendo el spot del ciclo he caído: ¡Lo promociona Scorsese!
La primera secuencia nos ofrece un plano en picado, casi cenital (1ª foto) de los aledaños de una estación. Una multitud desordenada accede, en su mayor parte, al tren que les va a llevar a la playa, a las vacaciones. Por el final se reproduce un plano similar (5ª foto). Toda esa gente ya no actúa cada una a su aire, sino que tienen un (cruel) cometido común. Éste es un ejemplo –podrían ponerse otros- de lo estudiada que está toda la planificación de la película, con un Kawalerowicz demostrando una pericia técnica increible, pues un 90% del film sucede en los estrechos espacios de un coche cama, con espejos, literas y otros obstáculos que, lejos de hacerle fracasar en sus intenciones de retratar toda una comunidad, parecen actuar para él como un aliciente.
Con banda sonora a ritmo de jazz, de un tipo diferente, siempre asociado a los personajes, en el tren se empiezan a oír conversaciones sobre un asesino que ha huído. Pero eso es la excusa argumental, muy bien trenzada. Lo más interesante está en la definición de la personalidad de los viajeros de ese tren, con dos mujeres dudando entre varias opcciones (una visceralmente, otra más en plan vodevil), o un médico atormentado, mostrando, como quien no quiere la cosa, la presencia en un segundo plano de jerarquías como la milicia, la iglesia, y hasta la judicatura. Un tren, por cierto, de una sociedad comunista, pero con clases: Nuestros pasajeros van en primera, bien tratados y protegidos de las masas de segunda.
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