lunes, 2 de noviembre de 2015

Pasolini a Barcelona

Nuria Solbes presenta el ciclo "Pasoliniana" desde una mesa en la que también están Esteve Riambau e Hilari M. Pellicé.

Todo el aforo de la sala Laya, ocupado.

Infiltrado entre el público, he notado -y eso es una buena señal, que reconforta- que en varias ocasiones se reían muchos de los comentarios de Enrique Irazoqui (que no ha asistido: se ha quedado en el Cadaqués del rodaje de su entrevista), Romà Gubern o Ton Carandell. También me ha gustado ver a Arnau Olivar, a punto de cumplir 92 años, presente en la sala y derrochando buen humor, tras haberse visto en la pantalla definiendo con rigor y muy didácticamente el carácter de Pier Paolo Pasolini, y las reacciones que causaba su obra. Previamente, Jordi Corominas y Francesco Luti habían sentado las bases de su relación, como poeta y luego novelista, con la poesía catalana y con la de la Escuela de Barcelona, vía José Agustín Goytisolo.
Todo ello, más el trazo firme con el que Xavier Albertí ha hablado del teatro de Pasolini y, especialmente, de su "Calderón", las declaraciones de otros testigos de sus visitas a la ciudad, la aportación de unos cuantos rapsodas, lectores y actores ofreciéndose generosamente, así como el recuerdo -que no podía faltar- de la figura de Ricard Salvat vía la lectura de sus diarios por parte de su mujer y una de sus hijas, configuran buena parte del "Pasolini a Barcelona" (Hilari M. Pellicé, 2015), que se estrenaba hoy en la Filmoteca, inaugurando el ciclo "Pasoliniana" que, propuesto por el Projecte Pasolini Barcelona, seguirá toda la semana que viene.
La sala estaba llena por completo, y se ha debido quedar gente fuera, sin poder entrar.
El acto ha empezado con la presentación de Esteve Riambau, Nuria Solbes (de todo el ciclo) e Hilari M. Pellicé (del Projecte Pasolini Barcelona y de la película). En el coloquio con el realizador, moderado por el director de la Filmoteca, se ha hablado, a mi gusto, poco de la película y bastante y quizás de forma algo superficial y dispersa de Pasolini. Daniela Aparicio ha lanzado un guante, como quien no quiere la cosa, para aterrizar desde la película en la precaria situación actual de la intelectualidad italiana y barcelonesa, tan diferente de esa de una época, en principio, bastante peor. Pero no ha cuajado el intento.


Previamente, líos para poder invitar -qué menos- a todos los que habían participado en el documental.

Y cervezas y algún tentempié posterior por parte del ppb.

 

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