Octavi Martí, subdirector de la Filmoteca, y Jose Luis Guerin en el coloquio. |
José Luis Guerin siempre dice que no quiere explicar nada de su película, pero luego acaba comentando mucho. Hoy, no sé si adoptando su papel de distribuidor de su film, para intentar prometer un caramelo a sus espectadores ha aseverado en la cortísima presentación dos cosas: que es una ficción de cabo a rabo y que es una película divertida. Creo que no ha actuado muy bien al decirlo, porque sería bueno que ambas características fuera deduciéndolas el espectador a medida que va avanzando el metraje. Así, de esa forma, vería primero el desarrollo de unas serias clases del profesor Raffaele Pinto en la Universidad de Barcelona, en las que dicta una clase magistral sobre Dante a sus alumnas; cómo éstas van quedado seducidas por las grandilocuentes, pero poderosas palabras de su profesor; e incluso se dejaría llevar un poco, antes de resituarse, por la puesta en práctica de esa frase que dice –y se dice en el film- que “enseñar es seducir”.
En el también breve coloquio Guerin ha explicado que se propuso ser “lo menos intervencionista” con sus personajes y, a su manera, co-guionistas. Entiendo que la plasmación en la película de esa postura son esas conversaciones en las que Pinto discute con alguna de sus alumnas o con su mujer, o sus alumnas ente ellas, siempre captadas detrás de un vidrio de un ventanal o del parabrisas del coche, como manteniéndose ajeno a lo que allí se cuece. La cámara permanece fuera, aunque pese a ello entendemos perfectamente la conversación. Salvo en la última de esas escenas, en que no oímos la conversación, pero un elemento de puesta en escena –aunque probablemente involuntario- la suple.
Estructurada en capítulos anunciados en intertítulos, me ha hecho gracia ver que la tradicional preocupación por la banda sonora de sus films tiene en éste, rodado con una camarita personal, sin grandes medios, su condensación en una escena en la isla de Cerdeña, en la que un pastor, conversando con una de las protagonistas, nos hace atender y oír cada uno de los sonidos propios la naturaleza (aves, ovejas, el viento meciendo la copa de los árboles) y los que no lo son.
Llega el cineasta a la Filmoteca, algo asustado por el follón formado. |
Recuerdo una conversación de la época en que Eric Rohmer nos tenía muy bien acostumbrados, ofreciéndonos periódicamente una entrega de sus “Comedias y Proverbios”. Yo preguntaba respecto a esas escenas con conversaciones muy razonadas, sin tenerlo muy claro, si Rohmer creía en sus personajes y consideraba seriamente sus ideas, o si bien los presentaba algo irónicamente, haciéndolos algo risibles para el espectador, y me contestaban que de ninguna manera. Viendo “La Academia de las Musas” he recordado en algún momento esas escenas de Rohmer, y me he dado cuenta de que no iba mal encaminado. Al menos si podemos inferir que a José Luis Guerin le haya quedado en su cine algo de Rohmer.
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