Ésta es la “Sette opere di misericordia” de Caravaggio, pintura colgada en una pared de la iglesia del Pio Monte di Misericordia de Nápoles. Allí puede verse directamente, sentado en un banco de la iglesia (está en un altar frontal de la izquierda) o, mucho mejor, puede irse a un piso superior desde el que llega a divisarse, mediante un efecto escenográfico impresionante, en plan casi cenital.
Arriba, rodeada de ángeles, la virgen y el niño contemplan diversas escenas, como a una mujer que da el pecho a un prisionero (Visitar a los que sufren pena de prisión / Dar de comer a los hambrientos), a un caballero que cede su capa a un hombre con el torso descubierto (Vestir a los que van desnudos) o a un par de hombres dispuestos a enterrar a un muerto –aunque a éste sólo se le vean los pies-.
Hoy, en la Filmoteca, en el “Pasoliniana” se ha pasado la película de 2011 de Gianluca y Massimiliano De Serio del mismo título, originada –según sus declaraciones- por la visión de este cuadro. En ambos, cuadro y película, señalan, tocándose un tema aparentemente espiritual, se efectúa un retrato de la sociedad de cada época, justo a través de esos cuerpos representados. A nuestra época, la de la película, correspondían esos personajes dejados de la mano de dios y de sus semejantes, esforzándose cada uno de ellos, buscando un camino, una salida. La inmigrante moldava Luminita se topa en su camino con el viejo Antonio. Un choque en un camino de iluminación que es la película.
Me ha satisfecho la sesión. Ha acudido bastante gente (hasta he llegado a conocer “en persona” a una amiga del Facebook), muchos espectadores se han quedado a los escasos minutos de discusión en la sala posteriores a la proyección y, lo que es más importante -confirmando que se trata de un film muy apto para su pase por cine clubs- en el vestíbulo de la Filmoteca y luego en un café cercano, donde unos explicaban a los otros aquellos detalles argumentales que habían quedado oscuros. Ha habido reacciones de todos los colores. Desde una persona que había quedado impresionada por la “preciosidad” de la película, una “hermosura” que ha justificado con voz pausada, admirada, exponiendo diversos argumentos e interpretaciones sobre su significado último, hasta algún miembro del Projecte Pasolini Barcelona que no la ha disfrutado al encontrarla –y también entiendo su postura- muy constreñida a un guión previo, sin aire para dejar respirar cinematográficamente lo inesperado, u otro que, demasiado sujeta a esa cintura, “no se la ha creído”. Posiblemente veía demasiado que era cine.
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