Situado en una fila muy lejana de la pantalla, desesperado por la obtención de unas fotografías que recogían sombras de la gran asistencia a la sesión, pero apenas si dibujaban la silueta de los que presentaban y recibían galardones, ni corto ni perezoso me levanté de mi butaca y me acerqué en el momento en que, rodeando a Marin Karmitz, premiados, miembros de la Junta y gestores de la Federació Catalana de Cineclubs se reunieron y posaron para la fotógrafa oficial del acto. Ahí, detrás de ella, me coloqué estratégicamente yo pude sacar esta fotografía parcial y las dos siguientes, que quiere ser más general.
Quizás se me haya escapado alguno por los extremos…
Así empezó la cosa, con únicamente los premiados, pero la fotógrafa empezó a llamar a gente…
Pese a temidas confirmaciones que no quisiera se hubieran producido nunca, con sensaciones varias que indicaban que todo puede estallar por cualquier sutura (la policía, equipada con furgonetas, cascos y porras de disolver, envolvía Nou de Rambla, donde se iniciaba una concentración a favor de Palestina que, inesperadamente, se encaminó hacia no sé dónde, alejándose a través de una calleja transversal, dejando desierto el paseo central), ayer, al mismo tiempo, fue un día a recordar, y muy positivamente, por unos cuantos cineclubistas que se reunían en la Filmoteca, dentro de su semana anual.
En la primera sesión de la ‘Setmana del Cineclubisme Català’, que se prorrogará hasta el domingo con una muy variada pero valiosa programación, se entregaron los Premios Nunes 2025 de la Federació Catalana de Cineclubs.
Pablo La Parra abrió el acto señalando las concomitancias de espíritu entre la institución que actualmente dirige -la Filmoteca- y esas asociaciones de gentes nacidas de la afición al cine y debidas al voluntariado que son los Cineclubs. A continuación, Àlex Portolès, actual presidente de la Federación, entre otras cosas, situó para los que desconocieran la cosa que unos 60 cineclubs de por aquí organizaron en 2024 la friolera de más de 2000 sesiones de cine, convocando a 150.000 espectadores. Y ya dio paso a los premios y premiados de este año, que fueron circulando para la foto de rigor y dejar unas palabras en el micrófono de la sala. A cambio se llevaban (la FCC no tiene un presupuesto como para grandes dispendios), una cartulina conmemorativa y una caja de vinos que recordaba las “Noches de vino tinto” del cineasta portugués/barcelonés que da nombre a los premios.
Los cineclubs decidieron escoger por mayoría de votos como mejor película de producción catalana a “Segundo Premio”, de Isaki Lacuesta y Pol Rodriguez. Fue este segundo quien salió a recibir el premio, indicando que Isaki, como se ve acostumbra bastante, llegaba tarde. La verdad es que, cuando finalmente llegó, lo hizo con fuerza, y ambos explicaron con convicción las razones de haber programado para la sesión la proyección de “In Adiction”, de Abel Ferrara, en la que dicen pensaron bastante a la hora de realizar la suya. Pero a mí lo que más me gustó fue oír a Isaki Lacuesta explicar su decisión de dedicar un trabajo en sus estudios de audiovisuales en la Autónoma a la figura de José María Nunes, al que se lanzó en cuerpo y alma: fue su único suspenso de toda su carrera.
El Premio Nunes al mejor hecho cineclubista del año fue a parar al proyecto del cineclub Manresa ‘Visuals’, por el que fomentan nuevas producciones cinematográficas locales y su distribución.
El Premio Nunes a la persona o entidad especialmente relacionada con el cineclubismo fue a parar, y eso me toca muy de cerca, porque he trabajado conjuntamente con él en muchos proyectos cineclubistas y cinematográficos desde los primeros años 70, a Martí Rom, valorando especialmente, además de sus actividades cineclubistas, como realizador y escritor cinematográfico, el ser uno de los fundadores de la Central del Curt, una distribuidora a-legal que proporcionó a muchos cineclubs y otras entidades, de 1974 a 1982, una cantidad ingente de peliculas que, en su mayor parte, no tenían ni cartón de rodaje, cuando no estaban abiertamente prohibidas.
En su alocución tras recibir el premio, Martí Rom se refirió a Joan Martí (cofundador de la Central del Curt) y, como persona agradecida que es, por todo lo que le aportaron relacionado con el cine y otras cosas de la vida, mencionó a Joaquim Romaguera (un motorcillo incansable que rigió durante mucho tiempo muchas actividades de los cineclubs) y a Llorenç Soler, el artífice de más de cien películas, casi todas de cine furiosamente independiente, siempre atento a fomentar avances sociales. Luego a Martí Rom se le fue la bola y también se lió a hablar de una cuarta persona, a la que asoció con Jesús Franco, El extraño viaje y la producción agrícola local.
Se entregó un cuarto premio Nunes, el internacional, que, sí el año pasado fue a caer en la magnífica realizadora portuguesa Rita Gomes Azevedo, este año fue para el comprometido realizador, productor (de Chabrol, Kieslowski, Godard, Kiarastomi y una larga lista de extraordinarios realizadores), distribuidor y exhibidor Marin Karmitz, fundador del sello MK2, asociado al mejor cine de autor y arte y ensayo, con una red de muy buenos cines en VOS extendida por Francia y hasta por Andalucía. Para entregar el premio subieron al estrado los hijos de José María Nunes, quienes, con su previa, sencilla pero potente, proclama ácrata hicieron reír a toda la sala.
En su corta alocución, empezó diciendo que, sí él había llegado hasta ahí en su actividad, fue sin duda por haber empezado siendo frecuentador del Cineclub del Quartier Latin de París. Luego hizo un encendido elogio del buen cine europeo y puso en alerta al público sobre unos norteamericanos que no tienen buenas intenciones con respecto al buen cine de por aquí. Como no sé por qué tirada de dados luego tuve el privilegio de estar sentado a su vera en la degustación de raciones que la Federació ofreció a los premiados, pude recabar más información sobre este tipo de cosas, que ciertamente asustan, porque dejan ver el gran peligro que acecha al cine francés y, por tanto, a todo el europeo.
Un detalle final. Se abrieron unas botellas de cava para celebrar el encuentro… y que el jovial Marin Karmitz cumplía 87 años. Todos le felicitaban mientras él ponía una cara que venía a decir que eso de cumplir años era algo que hacía en contra de su voluntad y más bien le molestaba.
Al despedirme, volviendo al tema de la sesión, me confesó que había quedado asombrado y admirado del entusiasmo que había descubierto, en relación con el cine, en todos esos cineclubistas ahí reunidos.
No suelo hacer estas impúdicas cosas, pero recibir las confidencias de una persona como Karmitz (en una mesa de bastantes comensales como esa, cuesta entender a quien no esté exactamente a su lado) y que un comensal de enfrente me enviara esta fotografía que sacó bien merece una celebración agradecida… y un acto exhibitorio tan reprobable.
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