sábado, 11 de octubre de 2025

La perla


Me parece un acierto completo que la Federación Catalana de Cineclubs proyecte en su Semana del Cineclubismo al menos una película de eso que ha venido en llamarse “Cine Clásico”.
Así fue ayer en la Filmoteca con “La Perla” (Emilio Fernandez, 1947), una película basada en una novela corta de John Steinbeck, que también co-firma su adaptación a la pantalla, y con fotografía en contrastado blanco y negro del gran Gabriel Figueroa.
Su secuencia inicial es impresionante: se ve una mujer de espaldas, mirando a un mar enfurecido, cubierta cabeza y torso con una tela blanca (ahora pensaríamos que se trata de una mujer musulmana). En el siguiente plano ya no es una, sino que son dos las mujeres que miran con aprensión el mar. Luego cuatro, hasta que vemos que es todo un pueblo hambriento, porque el temporal les veda su medio de sustento, los que miran compungidos ese mar que no les deja salir con sus cayucos.
La impresión que te llevas con este inicio, como luego con los contrapicados del buscador de perlas, es que estás viendo un film eisensteiniano. Que su “¡Que viva México!” creó fecunda escuela.
Poco después nos encontraremos con escenas de bailes populares muy vistosos y bien coreografiados en plan hollywoodiense que, en este caso, me entra la sospecha sobre si fueron impulsados por Oscar Dancingers, el productor de la película, para dotarlos de otro ingrediente comercial.
No se trata de un pueblo de pescadores, sino de buscadores de perlas. Y el hallazgo de una enorme perla por parte de uno de ellos (Pedro Armendáriz) va a despertar la codicia de todos. Las dramáticas peripecias con las que deben enfrentarse el padre, la madre (María Elena Marqués, como siempre en el Indio Fernández una belleza, aquí con estética de Madonna) y el recién nacido, para el que sus progenitores quieren dotar de estudios (“rodeado de libros” lo quiere ver el padre) que lo aparten de la ignorancia en la que se asientan, constituyen el eje de casi toda la película.

Es una lástima que, dejando al margen su perfeccionismo estético (las nubes aparecen sobrecogedoras y otras escenas posteriores me recordaron enormemente la estética del “Louisiana Story”, que Flaherty hizo un año después), se refleje en ella un machismo exacerbado que resultando hoy patente no debía sorprender entonces como tal, pero también por una parte, en la sesión de ayer, aunque la copia se veía tan bien, el sonido en cambio era sumamente deficiente, y por otra, en cuanto a su desarrollo dramático y caracterización de sus personajes, te encuentras con unos de una bondad e ignorancia rayana con la idiotez, y otros de una maldad del todo caricaturesca. Quizás era el pago que creían debían efectuar para hacer de la película un éxito popular, como seguro debió ser. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario