Germaine Dulac
La visión el otro día de su último documental y la lectura de una reseña de Georges Sadoul que decía que, viendo imposible seguir haciendo su cine tan personal, Germaine Dulac había dedicado la última parte de su carrera a la realización de documentales, no me hacía esperar gran cosa de la sesión de ayer en la Filmoteca, en el que se pasaba otro de los suyos, “Le Cinéma au service de l’histoire”, y acudí simplemente por su tema, pues parecía volver a incidir en un periodo de la historia de Francia acerca del cual estoy ahora siguiendo un curso.
Es entonces cuando aparecieron en escena Pablo La Parra (director de la Filmoteca) y -sobre todo- Imma Pietro (directora de la Fundació Tàpies, a la que ahora parece que la llaman Museo Tàpies, y una de las dos comisarias de la exposición “Germaine Dulac. Je n’ai plus rien” que se ha inaugurado en ese museo y está planificado pueda verse ahí hasta el 22 de febrero), y se pusieron en su presentación a lanzar encomiásticos mensajes sobre la directora y, específicamente, sobre ese documental que iba a proyectarse, que según Prieto mostraba a las claras su pionera y extrema postura feminista, antifascista y socialista.
Tanto alabó la cosa Imma Prieto que me dispuse a envainar mi recién formada opinión sobre la inanidad y asepsia de los documentales de Germaine Dulac, y a pensar que lo de Sadoul (quien, por otra parte, escribe antes una serie de alabanzas sobre la obra previa de la realizadora) podía ser una maleficiencia como las que se ve que vertieron sus amigos surrealistas sobre ella.
De ahí mi (pequeña) indignación. Yo entiendo que quien tiene entre manos un trabajo sobre alguien, como es el caso de Prieto con la Dulac, tenga tendencia a magnificar las bondades de la obra de la persona analizada e incluso a expandir las evidentes virtudes de parte de su obra a toda ella, pero lo que me parece que no se debe hacer, porque puede resultar contraproducente, es llegar a decir todo lo que anoche le oímos decir en su presentación… sobre una película que a los pocos minutos íbamos a tener oportunidad de ver, porque el malentendido iba dramáticamente a deshacerse al poco tiempo y dar pie a escritos como éste, que no suelo hacer.
Lo comenté al acabar la proyección con gente -¡muy feminista!- y me dieron la razón en que el documental, de hecho un collage de reportajes gráficos de la época sobre acontecimientos acaecidos desde 1905 a 1935, no tenía absolutamente nada de:
-feminista. No creo que la simple citación de Marie Curie pueda considerarse un acto de arrojo feminista…
-antifascista. Sí que parece desprenderse de los reportajes finales y de la narración que los enlaza un cierto miedo de la situación de Alemania con Hitler en el poder, pero por ejemplo Mussolini y los fascistas italianos reciben más caricias que otra cosa
-socialista. ¿Donde ven esa postura en el documental visto?
Su montaje y voz en off es de lo más neutro, sin ninguna aparente intención política o social en la sucesión de un reportaje a otro. Y lo que se ven son noticiarios que priorizan mostrar desfiles militares, reyes y jefes de gobierno y, de tanto en tanto, algún héroe de la aviación entonces incipiente.
En cuanto a una película cuyo título (nada menos que “El cine al servicio de la historia”) parece hacer concebir esperanzas de lección histórica importante, que es cierto que ofrece de tanto en tanto imágenes poco conocidas e interesantes, lo menos que se le podía pedir, digo yo, sería suministrar claves que permitan al espectador adquirir elementos y atar cabos para la interpretación de los acontecimientos que, uno tras otros, va mencionando, con sus correspondientes ilustraciones. Nada de eso observé ayer: íntegramente, de principio a final, presenta una historia decantada abiertamente hacia el punto de vista francés mainstream de cada momento, sin el menor atisbo de autocrítica. Nada se dice, de la Gran Guerra, de las cruentas e interminables batallas de trincheras y de la ceguera con la que los generales arrastraron a la muerte a tanta carne de cañón. Reproduce la loa de los monarcas de todas latitudes y del gobernante francés de turno sea del color político que sea, y parece valorar tanto la acción del filo fascista Laval como la de su sucesor Briand. Ningún apunte de lo draconiano que pudiera haber resultado el tratado de Versalles, hasta el punto de haber favorecido comportamientos posteriores, y así un largo etc.
Louis Lumière hablando de su nuevo invento, el cine en relieve. Una de las pocas informaciones, por otro lado sobre acontecimientos y ambientes culturales.
Imma Prieto y Pablo La Parra en la presentación de la sesión.
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