“Toda viuda tiene un límite”, le hacen decir los magníficos guionistas (Ernest Vajda y Samson Raphaelson) a Jeanette MacDonald, dando así rienda suelta a su personaje para dejar el duelo y convertirse en “La viuda alegre” (Ernest Lubitsch, 1934).
Es uno de los múltiples aciertos de unos diálogos que están sembrados en la película, haciendo juego con la inventiva visual de Lubitsch, quien vuelve a demostrar que es el rey del gag fuera de campo, pues ha logrado previamente formar la situación en la cabeza del espectador (ese adulterio descubierto por el diámetro del cinto del sable) y de la puesta al límite del tópico (esa escena de la que forma parte una de las fotos, sobre el luto llevado al extremo por la viuda).
A pesar de que no consta como co-guionista, me da que Lubitsch debía intervenir en bastantes cosas de sus films. Si no, no se explica cómo los jocosos personajes segundones de la película avanzan tan claramente vía carácter y apellido (Popoff, Rosnickoff,…) al inolvidable trío ruso de “Ninotchka”.
De derecha a izquierda: El capitán Danilo, el rey Ahmed II y la reina Dolores, que ha sido pescada in fragante por el rey con el segundo, pero todos simulan una animada conversación para no dar lugar a los destructivos rumores.
Una de las damas de compañía devuelve el corsé del que se ha desprendido la viuda a su sitio. Todo el vestuario, y más, está compuesto por piezas de luto.
Danilo es recibido apoteósicamente por Fifí y las demás en Maxim’s.
La viuda alegre y Danilo (un Maurice Chevalier en su eterno papel de chansonier sonriente).
Parte de uno de los espectaculares bailes. Se ve que por una vez Lubitsch contó con una producción de la Metro, y eso se nota en decorados, número de figurantes y números musicales.
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