viernes, 24 de noviembre de 2023

Sobibor 14 de octubre 1943 16h

El Memorial del Holocausto hecho en Minsk, en lo que fuera el ghetto.

Chelm, uno de los lugares de donde huyó Lerner.

La llegada -està sabida definitiva- a Sobibor.

Las ocas. Su estruendo, provocado por los nazis, ocultaba los gritos de los primer llegados y así no asustaban a los que iban detrás.

Una serie de pequeñas adversidades han hecho que, en contra de lo que tenia previsto, hasta ayer, segunda sesión de “Sobibor, 14 de octubre 1943, 16h” (2001), no pudiera asistir a ninguna sesión del extraordinario ciclo que la Filmoteca ha programado sobre Claude Lanzmann.
Pieza desgajada de la inmensa “Shoah” (1985), “Sobibor,…” se inicia con un largo texto en el que Lanzmann justifica la necesidad de la película para, entre otras cosas, contradecir esa extendida aserción de que los judíos se dejaron masacrar dócilmente, sin ofrecer resistencia alguna: la película viste la entrevista que le hizo a Yehuda Lerner, uno de los supervivientes del campo de exterminio de Sobibor (en la actual Polonia), que participó en
la revuelta que permitió a él y a otros muchos prisioneros escapar de ahí.
El mismo Lanzmann, enseñando sitios de memoria como el construido en Minsk, dice que, de alguna forma, pueden contentar, dejar tranquilo, hacer olvidar. Que lo mejor para mantener la memoria viva es oír las palabras de gente como Lerner, y nos invita a escucharla.
Pero para oír, y poder escuchar con provecho, hace falta una buena puesta en escena: en eso es maestro Claude Lanzmann.
El film es la entrevista. Lanzmann muestra todo el trayecto de Lerner desde Minsk, pasando por un ramillete de campos por Bielorrusia de los que logró fugarse, mientras oímos sus declaraciones, pero Lerner habla en yidis. En la película vamos viendo mientras lo oímos hablar en ese idioma hasta que hace una pausa, momento que aprovecha una colaboradora del cineasta para traducirle lo oído al francés. Es decir: tenemos tiempo más que suficiente para ver, oír… y pensar sobre lo oído.
Vamos en tren y nos bajamos en los mismos lugares que dice Lerner estuvo, pero filmados en la actualidad. Es invierno y una pesada bruma del pasado parece desprenderse, imborrable, de ellos.
La película cambia poco después de llegar a la estación, hoy muy destartalada, de Sobibor. Allí vemos -y oímos- a una enorme bandada de ocas: Lerner cuenta que los guardianes del campo les provocaban su graznido para ocultar los gritos de las víctimas y así no alertar a los que iban llegando. A continuación, ya todo lo que sigue será en un interior, con la cámara acercándose paulatinamente a Lerner hasta encuadrarlo en primerísimo plano, sólo su cara, en los momentos en que relata con detalle lo que pasó allí el 14 de octubre de 1943 a las 16h.
Al final de la película vemos varias pantallas en negro con la relación de convoyes ferroviarios que se ha podido saber llevaron a judíos a campos de exterminio y el número de personas contabilizado en cada uno de ellos. La lista, muy larga, la va leyendo en off el propio Claude Lanzmann, que acaba dando una cifra total de bastante más de 200.000 personas.
No había demasiada gente en la sala Chomón, pero todos hemos salido en silencio, como si se hubiera caído encima nuestro una pesada losa.
Imprescindible.

Yehuda Lerner, en la entrevista. Aún no ha llegado a explicar lo que sucedió a las 16 horas de ese día. La cámara aún le encuadra parte de su torso.
 

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