Yul Brinner -Novak- imponiendo su visión del asunto en la sede del New Scotland Yard.
Buscando otra cosa di anoche con “La huella conduce a Londres” (The file of the golden goose”, Sam Wanamaker, 1969), que seguro agrada a las huestes del cine negro años 60 que, sorprendentemente, han surgido recientemente por aquí. Confundí a su realizador con uno de la Hammer y me puse a verla.
Ambientada en Inglaterra, está realizada en una época de transición, desde la que todo era el Londres clásico (aquí la Burlington Arcade, New Scotland Yard, un mercado de Portobello Road aún sólo visitado por los locales) a otra marcada por la deriva del Swinging London hacia unos residuos hippiosos más bien depravados.
Se inicia el film, en su secuencia de presentación, con música de nivel de vida, mientras vemos las evoluciones de un niño con su perro por la orilla del mar… hasta la sorpresa desencadenante.
Pronto reconforta su inicial carácter, con su voz en off y caleidoscopio de informaciones e imágenes, como de reportaje de propaganda de las fuerzas del bien contra el mal, y está curioso que se acuerden de acabarla también un poco así, cerrando el ciclo.
Por el medio vemos a Yul Brynner en plan agente norteamericano reclamado desde Londres para ayudar a Scotland Yard. Va con un sombrero muy de cine negro americano de los 40 o 50, participa en palizas de sesión doble vespertina en cine de verano y aparece, con su pequeña estatura y aspecto de rey del mambo, hasta en ambientes aristocráticos, donde no deja de decir alguna expresión de pretendido -que nunca logrado- “savoir faire”.
Dos de los malos de la banda.
Aquí Novak con semblante serio. Usualmente aparece como un figurín, centro de la coreografía.
En la depravada fiesta post-hippie.
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