domingo, 16 de diciembre de 2018

Wanda

El negro ambiente inicial, de la escoria de la mina de carbón, que envuelve a un punto blanco desplazándose: Wanda.
Los actos para celebrar los 30 años de la ACCEC se acabaron ayer en la Filmoteca con la proyección de “Wanda” (Bárbara Loden, 1970). Presentada por Marta Selva como “la manifestación del estado de malestar de una mujer”, vimos una copia restaurada en 2010 de esta película que ha ido posicionándose como una rara avis que hacía un callado diagnóstico de la situación de una mujer desubicada de clase popular -vivía frente a la escoria de una mina de carbón- en esos años.
Wanda se somete inocentemente a su papel de sucesiva pareja, dando pie a un relato valorado como punto de referencia para el cine feminista.
En la deriva de Wanda tras abandonar a su marido e hijos, yendo a caer en la ruta de un tío inestable (oportunidad para recalcarlo con el también inestable movimiento de la cámara) que va entrando en una ola de atracos, se aprecia una aspereza tan grande como el grano de la película subestandard empleado.
El marcado grano de la película, conservado en la reciente restauración de la copia.
En un momento, la protagonista, sin saber a donde ir, se mete en un cine hispano para ver nada menos que a Raphael en “El golfo”. En otro, se mira en un espejo de un lavabo, tan roto como ella misma.

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