Hoy, en segunda sesión del Boliche, cuatro gatos, pese a ser día del espectador, para ver "Regreso a Montauk" (Volker Schlondorff, 2017). Si creyera que eso influyera en algo, diría que una terrible reacción de prácticamente toda la crítica había preparado el terreno. Y, sin embargo...
Vi el otro día el pequeño reportaje que le hicieron en "Días de cine". Habitualmente eso sólo ya sirve para desechar la visión de una película, pero en esta ocasión ha sido todo lo contrario. Aparecían unas escenas más o menos convencionales, con una pareja en invierno en la playa, hablando de su relación pasada, y eso podía resolverse en cualquier dirección, de lo sublime a lo desastroso. Pero también aparecía Volker Schlondorf, explicando que en contra de lo que tiene por costumbre (poner algo personal en su adaptación de un libro) en esta su última película había procedido justo al contrario: Buscar un contenedor en el que verter su historia, su historia más personal, nacida del recuerdo de un mujer que le marcó de por vida. Encontró un libro de Marx Frisch, del que cogió únicamente su estructura, y le metió dentro su historia, escrita con la ayuda de su amigo Colm Toibin. Y no hay muchas oportunidades hoy en día para ver en el cine una película personal, salida de dentro.
La trama no es muy original: Un escritor regresa a Nueva York a presentar su último libro, y se decide a buscar a una mujer a la que conoció tiempo atrás, a la que no ha olvidado. Nueva York y sus contrastes -el lujo más descarado confrontado a la dificultad general para ganarse ahí la vida- es una de las protagonistas de la película. Pero no cabe duda es que es esa mirada -no muy complaciente en ocasiones- a los comportamientos pasados, a creer en la posibilidad de rehacer lo que no se hizo bien en su día, lo que la centra.
Y mientras se vive aún la creencia de esa posibilidad, en la radio del coche suena, precisamente, un visceral "I want you", de Bob Dylan:
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