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Si hace unos años alguien me hubiera propuesto ir a ver una película sobre la formación de los cadetes de una academia del ejército del aire español, habría pensado que estaba loco, y lo habría tachado discretamente de entre mis amistades.
Pero Carla Subirana ha hecho películas sobre sus abuelos y ella misma nadando (Nadar, 2008), y había la curiosidad de ver si su “Volar” (2012) se asemejaba al film sobre la legión de Claire Denis, por lo que he optado hoy por ir a esta sesión del D’A Barcelona, a costa de la última película de Kiarostami, esperando que haya más oportunidades de ver esta última.
“Volar” no tiene la estética de “Beau Travail”, pero ni falta que le hace. Carla Subirana obtuvo, tras un año de insistir, el permiso para rodar libremente en el acuartelamiento de la Academia, y filmó todo lo que pudo (ha confesado que el ritmo interno de las actividades hacía las cosas muy difíciles), pasando luego ocho meses montando todo el material.
Empieza filmando la llegada de los nuevos aspirantes -que acuden quizás con el chantaje de una atracción bárbara por volar-, sigue luego todo el proceso que va dejando atrás a los individuos para convertirlos en un solo cuerpo, con toda su parafernalia ideológica asociada, y acaba con el subidón de los primeros vuelos.
En el cartel de la película ha colocado un móvil (un juguete, pues), pero una pieza que cuelga de él es un fusil ametrallador. Y en la película aprovecha a los halcones que mantienen en el cuartel para despejar de aves la pista de aterrizaje para sacar un minucioso símil entre el adiestramiento de unos y otros, que, en el fondo, tienen una finalidad parecida.
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