Regreso a “O sangue” con la presencia de un Pedro Costa que me ha parecido extraordinario en sus intervenciones. Fue anoche en el Zumzeig, en sesión organizada -creo- por responsables de la distribuidora Atalante, agotadas las localidades -¿quien iba a decirme que me reconfortaría alguna vez eso de ver las salas de cine llenas?-, con una proyección perfecta, deslumbrante, de lo más adecuada para la singular fotografía de esta película.
A la primera pregunta respondió que, aún no tratándose de un film autobiográfico, seguro que dentro de él debería haber algo de lo que trasmite la película. Sin saber de donde le surgió eso del parricidio, explicó que, por ejemplo, antes que él en su familia hubo un hermano mayor, que murió, y eso, que ahí estaba, debió de alguna forma transferirse.
Explicó esta primera película larga suya como producto de su paciente reserva durante diez años que estuvo haciendo ayudantías de muchas películas portuguesas, la mayoría horribles. En ella colaboraron entonces muchos compañeros suyos de estudios cinematográficos y una serie de técnicos con mucha experiencia contratados, necesarios porque se trataba de una película muy compleja desde el punto de vista de su fotografía, pues era muy oscura, con muchos reflejos y luces nocturnas, cosas así.
La definió, con razón, como película deudora del cine (por la cantidad de referencias cinematográficas que contiene), pero también de la novela y, sobre todo de la poesía. Y, riendo, ha concluido que un auténtico plagio, sublimado.
La relación de esta película con las suyas posteriores conformó ayer buena parte de sus reflexiones. Explicó su necesidad de cambiar tras haberla hecho (y recordemos que para hacer la segunda se fue nada menos que hasta Cabo Verde…). Vista desde hoy en día reconoce que le gusta todo ese contenido que tiene de cine hecho intensamente, que hoy ya le resulta imposible. Una frase muy significativa suya: “Para seguir haciendo cine con esta intensidad de poesía, con tanta intimidad revelada de una forma tan escandalosa, uno tendría que estar continuamente enamorado, y eso es imposible”.
Por otro lado -comentó en otro momento- lo autobiográfico se agota inmediatamente, tiene muy poco recorrido, lo que lleva también al cambio.
Contó que una referencia existente en la película, más allá de otras que siempre se nombran (“La noche del cazador”, Tourneur,…) fue la de Flannery O’Connor (de una novela de la cual sacó John Huston su “Wise Blood”). Se ve que tomó de ella literalmente párrafos enteros. Pero es que también nombró a Antonioni cuando, emocionado, citó una frase suya: “Una pared puede ser espectacular”. Confesó que ese era su credo.
¡Vaya día que tuvo ayer Pedro Costa en Barcelona! Por la mañana dio en la ECIB eso que suele llamársele -no sé por qué en inglés- una “Máster Class”. Por la tarde (pero no una hora o dos: de 17 a 20,30h, con Javier Codesal, que asistió también a la sesión nocturna y parece que le va llevando de un lado a otro), la segunda sesión del seminario “Para evitar el suicidio” que ocupará la sala de actos de la Virreina hasta el martes. Por la noche, tras -supongo- cenar algo, el generoso coloquio del Zumzeig. Pues bien: a la una de la madrugada ahí seguía compartiendo, en la barra del Bistró. Fue quizás la emoción y el bienestar lo que me hizo no caer hasta llegar a casa en que me había despedido sin pagar el chupito que me tomé. ¡Vaya vergüenza! A ver qué debieron pensar de mí cuando, al final, les debieron exigir pagar también ese…
Escribo finalmente otra cosa que pudo oírsele decir anoche, cuando se le comentó la gran cantidad de referentes de cine clásico que podían observarse en “O sangue”. Fue que esos referentes seguían siendo hoy en día los suyos para todas sus películas. Que no hay por qué cambiar. Que, desgraciadamente, en cine -no sabe si es también así en otros dominios-, el pasado es más que el presente.
Un cierto tono de nostalgia, es verdad, envolvió la sesión. Sobre todo, entre los espectadores, pensando que el cine que hace Pedro Costa no deja de ser un -raro- caso, hoy excepcional.
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