domingo, 17 de abril de 2022

Karriär



Una recomendación, en esta ocasión de una película archiconvencional, sin sobreimpresiones, planos o movimientos de cámara complejos, sino basada en su (previsible) guión y juego actoral. Se trata de “Karriär” (Schamyl Bauman, 1938; en Netflix).
Buscaba una amable comedia sueca de los años 30 para superar con bien la sobremesa del domingo pascual cuando, por sucesivos descartes, me he quedado con esta película cuya sinopsis, leída en diagonal, me hacía temer que se fuera hacia la admonición de los males causados por el exceso de alcohol. Felizmente, nada hay de eso y, por otro lado, me he encontrado siguiendo su trama sin que -cosa rara- me venciera el sueño en ningún momento.
El tono de comedia aparece ya en la escena inicial (una compañía teatral ambulante de medio pelo llegando, con su precariedad y rivalidades internas, a un pueblo industrial, para hacer ahí unos bolos) y no se retirará prácticamente en todo su recorrido.
Los elementos de comedia surgen, principalmente, por la desenvuelta y veterana actriz que hundió su carrera por cuestiones de alcoholismo, por la casa automática al estilo de la de Buster Keaton que ha montado un personaje que se siente atraído por esa en otro tiempo gran actriz y por algún característico haciendo de algún personaje del mundillo de las tablas.
La película va avanzando a base de escenas completas unitariamente, que siguen una a otra cronológicamente com, por momentos, algún feliz elemento de engarce entre ellas.
Un personaje femenino en deshabillé, otro en pantalones, nos hablan del carácter más avanzado moralmente que -en Suecia también- caracterizaba al mundo del teatro.
Sobre la mitad de la película se abandona el mundo provinciano para pasar a estar ambientada en Estocolmo. Hay un atisbo de que vamos a frecuentar el Dramaten, pero nos quedamos un buen rato en el mundo del teatro marginal, lejos del éxito anhelado, donde nuestros amigos ensayan la obra “El naufragio”.
Y en una Nochebuena se oye la alegre canción que cantan y bailan en “Fanny y Alexander”.
No tengo ni idea, pero seguro que en su día, en su país de origen, la película arrastró a mucha gente que, por un rato, pudieron seguir la idílica trama y alejarse un tanto de los disgustos que empezaba a dar Europa, a punto de caer en unas atrocidades sin fin, que aún marcan, de alguna forma, nuestra historia.





 

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