Diría que “El viaje de Julieta” (Pancho García Atienzo, 2022; en Movistar) debe tener atrás suyo una serie de combates cruentos en varios frentes, hasta su aparición ahora.
La primera impresión que ofrece es la de que va a ser un trabajo panorámico sobre la actividad de la actriz Julieta Serrano como nunca se ha hecho. Tal es la intensidad y naturalidad de sus declaraciones sobre su infancia, junto a las sólidas aportaciones de sus primeros compañeros teatrales, ya sea actores como Nuria Espert (recordándole lo feliz que le hizo ver aparecer una niña de su edad que la iba a acompañar en ese teatro lleno de gente mayor por todos lados), ya sea de directores teatrales como José Carlos Plaza. Tal es, también, la originalidad de las fotos que ella misma, seguramente, ha debido aportar. Y declaraciones, muy clarificadoras, como las de Alfonso Ungría, vienen felizmente acompañadas de escenas de “El hombre oculto” (1971), que valoran y reflejan la modernidad (ella misma así lo dice) de la Julieta Serrano de la que entonces, viendo esa película, me enamoré irremisiblemente.
Pero algo desconcierta: se anuncia como de 2022, pero ahí está haciendo declaraciones muy pertinentes Gerardo Vera, fallecido en 2020. Me da que la pandemia de la COVID-19 y quién sabe qué otros percances, asociados o no, han debido incidir de lo lindo en la producción e incluso en la forma del documental, porque, empezando tan sólidamente, lo veo acabar algo abruptamente, en la representación de una ópera de 2019, cuando antes contiene un diálogo entre ella y Pedro Almodóvar, ambos con mascarilla.
Habla sobre todo de teatro (y bastantes son obras que no se han podido ver en Barcelona) porque, desde luego, aunque siempre ha querido hacer buen cine, le han ofrecido en él muy pocos papeles de nivel. En un momento explica, aún diciendo que el papel de criada enamorada de “Mi querida señorita” (1972) es tan bonito, que mucha gente es el único con el que la asocian, y aún dicho con tanta dulzura, he apreciado ahí un cierto reproche. Luego, claro, se habla mucho de sus papeles en films de Almodóvar, con la suerte de aportar unas cuantas escenas impagables de “Entre Tinieblas”, donde, para mi gusto, haciendo de monja, estuvo, al igual que Chus Lampreave, genial.
Dos cosas más de las oídas en el documental que me han gustado mucho:
Una la dice Ungría, que pondera su voz -desde luego lo más característico suyo, esa voz extraordinaria, tan personal- hablando de su hálito.
Otra la aporta Miguel Rellán, quien hablando también de su voz, dice que puede cambiar de la mayor dulzura a la más potente ira bíblica.
Una porra que no se encuentren las fotografías adecuadas para ilustrar la entrada y no pueda hacer capturas de pantalla, pues ahí hay un montón que irían fetén.
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