Los que han estado en la ciudad, aunque hayan visto con tristeza su tremendo destrozo con el tiempo, hablan con emoción de la ciudad de Valparaíso, la capital del norte chileno. Y tienen “... a Valparaíso” (Joris Ivens, 1964) como uno de los más hermosos documentales que se puedan ver, cuestión que yo, sin haber visitado Valparaíso más que en el cine, no pondré ni por asomo en duda.
Apenas si recordaba el tono lírico pero tranquilo de la narración en la banda sonora que va presentando aspectos de la ciudad y, sobre todo, los funiculares (en el film se habla de “ascensores”) que suben a la gente por las colinas que rodean la bahía.
Funiculares, como no podía ser de otra forma, desde luego aparecen un montón, y son utilizados por Ivens, subido en ellos, para mostrar cantidad de aspectos que, de otra manera, sin esos “travellings”, serían muy difíciles de ver. Pero la película es mucho más, asentando su origen y razón de ser como ciudad portuaria y, sobre todo, dejando claro el acento de preocupación social que Ivens transmitió a toda su filmografía, excepción hecha, quizás, de sus dos primeros cortometrajes, de objetivo puramente estético.
Hay que fijarse, además, en los títulos de crédito, para ver en ellos lo que tiene el documental de producto clave de los años 60, de lo más comprometido con el mundo en ebullición de entonces. Por ahí aparecen Argos Films como productora (avisando, pues, de ante qué tipo de documental nos encontramos), Chris Marker (consolidando el enlace entre dos de los grandes del documental), Patricio Guzmán (como asistente de cámara, dando un ancla adicional a su querencia por la película más allá de la que tiene por la ciudad, que le ha llevado a mencionarla y a colocar extractos del documental en sus propios documentales) y hasta Georges Delerue, tan ligado a la Nouvelle Vague, actuando como director de la ejecución musical, más allá de la canción “Nous irnos à Valparaíso”, que, aunque aporte la explicación de que es un trozo de la letra, da la clave del carácter de la película, como oda emocionada a la ciudad.
Está en MUBI en perfectas condiciones. También en Vimeo, YouTube y no sé cuántas plataformas más. Siendo sólo 24 minutos, sería un crimen dejarla por ahí, sin verla. O sin volverla a ver y a disfrutar de ella. Reconcilia con el cine.
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