jueves, 10 de septiembre de 2020

Frágil como el mundo




Quando o meu corpo apodrecer e eu for morta
Continuará o jardim, o céu e o mar,
E como hoje igualmente hão-de bailar
As quatro estações à minha porta.
Outros em Abril passarão no pomar
Em que eu tantas vezes passei,
Haverá longos poentes sobre o mar,
Outros amarão as coisas que eu amei.
Será o mesmo brilho, a mesma festa,
Será o mesmo jardim à minha porta,
E os cabelos doirados da floresta,
Como se eu não estivesse morta.
Me ha costado un montón de tiempo, lego en estas materias, dar con este poema, que he descubierto es de Sophia de Mello. Aparece, como dando un sentido completo a lo visto, en “Frágil como el mundo” (Rita Azevedo Gomes, 2002), que he tenido la agradable sorpresa de ver estaba visible, algo oculta, por MUBI.
Película de paisajes llenos de niebla, sombríos o nocturnos, de hermosos contrastes entre los blancos y los negros con los que está filmada para hacer aparecer el color en determinadas secuencias, con sonidos de la naturaleza como predominante banda sonora, junto a escasos diálogos y la suave voz en off de un narrador.
Narra la enorme pasión secreta entre Vera y Joao, dos escolares, adolescentes que intercambian de forma furtiva cartas de amor que depositan en un escondrijo del campo. Un fuego que van a vivir en comunión con una naturaleza que los absorbe.
En la casa de ella, el viejo filosofo de la vida, por su parte, proporciona su visión del tiempo que pasa. En un momento dado, precisamente, el paso definitivo viene dado en una preciosa imagen, mediante una pipa que se guarda en una caja y está en un arcón. Quizás, como se intuye de los versos, en otro momento volverá a tener utilidad.
Confirmación de un cine, el portugués, milagrosa y felizmente apartado de los caminos actuales y de una realizadora, Rita Azevedo Gomes, que aún es el momento que me decepcione.





 

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