Lástima que el Zumzeig cierra en agosto, porque si consigues llegar hasta allá sin desfallecer, se está muy bien en la sala: butacas cómodas, espacio amplio, fresquito, sin palomitas ni grandes masas,…
Ayer vi ahí “In water” (2023), y vuelve a ser una miniatura de esas (61 minutos) de Hong Sang Soo en la que, bajo la apariencia de una continua nimiedad, con sus en principio repetitivos e insustanciales diálogos, resulta que corren, de forma sumergida, cosas bien profundas.
Todo da la apariencia de una puesta en escena tan simple como la que apreciamos practica ese chico tan dubitativo que ha llamado a una actriz y a un director de fotografía para hacer con ellos una película en un sitio de playa. Hasta la inclusión de una repentina música se efectúa de forma aparentemente tan pedestre como se ve que hacen en la ficción que acaban rodando: poniendo en marcha un magnetofón.
¡Ah! ¡Que me aspen si sé las razones que justificarían que prácticamente todo el metraje presenta la imagen fuera de foco, más allá de un eventual fallo en un plano, luego alargado a toda la película para igualar, por parte de su director de fotografía, esto es, el propio Hong Sang Soo.
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