Va siendo una referencia constante, citándola por esto o por aquello, pero Claude Lanzmann no habla de su monumental “Shoah” hasta por el final de sus memorias.
Da unas claves básicas de decisiones que fue tomando (sería un documental en el que el protagonismo no sería de los supervivientes y sobre sus dramáticas peripecias, sino de la muerte, del proceso mismo de exterminio, explicado con el máximo detalle) y se centra principalmente en dos temas, correspondientes a dos secuencias de la película.
Uno es el del peluquero Abraham Bomba, de quien, necesitando muchas páginas para hacerlo, explica el intrincado camino por el mundo para dar con su paradero y, finalmente, filmarlo y grabarlo, con detalles sobre cómo llegó a captar su momento más -casi insoportablemente- emotivo.
La otra es la de Srebnik, el barquero del rio de Chelmo, que llevaba en su barca al comandante de los SS y aprendía canciones de su boca, con la que formó la escena que abre el documental.
De esta última no me acuerdo, con lo que ya sé qué me toca: volver a ver “Shoah”.
Por si alguien no ha visto la escena mas inolvidable de las nueve horas y media del documental, ya la está viendo clicando este enlace:
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