Para empezar con una imagen representativa de la película, fotograma de cuando aún hay desconfianza entre los dos.
El turbio personaje del prólogo, ante la tormenta.
Interrogatorio de nuestro falso culpable.
La scout, hija del comisario jefe, respetando su instinto acude en ayuda de la víctima.
Mr. Briggs, abogado de oficio que le cae en suerte, da muestras de su impericia.
Ella ejerce en su casa la labor de madre con sus hermanos.
El canon sobre Hitchcock resultará ser, finalmente, bastante sensato. “Posada Jamaica” (1939) sólo se salvaría si buscamos sesiones de tarde televisiva con películas de aventuras, mientras que “Mr. and Mrs. Smith” (1941) es una comedia americana a la que Hitchcock le dedica sólo una frase en su conversación con Truffaut, diciendo que respondía únicamente a cumplir la promesa dada a Carole Lombard de que un día le dirigiría una película, pero que se limitó a rodar línea por línea el guión que le presentaron. En ninguna de las dos, pues, por mucho que se rastree, encontramos a Hitchcock.
En cambio “Young & Innocent” (1937), a la que yo mismo consideraba también de sus peores películas, me sorprendió ayer enormemente.
Aún de la época británica, puede verse como una síntesis de todo aquello a lo que Hitchcock ya nos acostumbraba y, sobre todo, nos habituará más tarde.
El prólogo, con la confrontación de una pareja, una tormenta, acantilados y una mirada terrible, nos previene de una posible desgracia. Efectivamente, en un inicio de historia similar al de un montón de series “policiacas” televisivas de hoy en día, pero muy bien rodado, aparece entonces en una cala el cadáver de una mujer, arrastrada por las olas del mar hasta la playa.
A continuación, todo son terrenos en los que Alfred Hitchcock se siente más que bien:
-Reproduce un raccord similar a los que ya empleó profusamente al inicio del sonoro: el grito de unas mujeres se confunde con el de unas gaviotas.
-Surge el que será protagonista de la función, una vez más un falso culpable… Pronto, en la comisaría distinguiremos a la chica que sabemos se convertirá en su ángel de la guarda y le ayudará a demostrar su inocencia. Ambos emprenden la búsqueda de los elementos que la demostrarían y, al final, del verdadero asesino.
-Aparecen personajes secundarios, servidos por magníficos característicos, como los que siempre amueblan muy convenientemente las películas del director, generalmente aportándoles humor. Aquí está ese abogado sin un centavo ni la más mínima experiencia, Mr. Briggs, ese policía uniformado gordinflón o el mismo vagabundo que será pieza clave por el final.
-Surge una vez más ese escenario al que acuden nuestros protagonistas (aquí se trata de una fiesta familiar en casona burguesa) y del que les va a ser muy difícil escabullirse.
-Vuelve a verse una vez más cómo le gustaban los trenes, las maquetas (esa estación en el pueblo, por la noche) y las transparencias.
-El clímax se alcanza en un local enorme y repleto de gente (aquí el salón del Grand Hotel), donde van a coincidir los malos, los buenos y la policía.
-En “39 escalones” encontrábamos a ese entrañable personaje, Mr. Memory, que no podía prescindir de la verdad. Aquí la cámara se acerca hasta encuadrar la cara embetunada de ese batería en principio personaje insignificante, que siempre pasaría desapercibido, que, sin embargo, al no poder evitar su nerviosismo, atrae irremisiblemente la atención de todo el mundo, más y más, hacia él.
En algún momento de la proyección, te das cuenta de lo sumamente mínimos que son los elementos que vertebran toda la acción de la película. Aquí se trata de un impermeable y su cinturón, buscados con ansia increíble. Con tan ligero andamiaje sostiene Alfred Hitchcock la atención de los espectadores a su película.
Tras dos noches saliendo de la Filmoteca entristecido, porque el Hitchcock de turno no respondía a lo esperado, ayer volví la mar de feliz a casa, el ánimo renovado.
Atrapados en la fiesta de cumpleaños.
¡Toma transparencia!
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