martes, 21 de marzo de 2023

Tokyo-ga



Desgraciadamente la voz de Wim Wenders no es la de Werner Herzog. Si lo hubiera sido, “Tokyo-ga” (1985; vista en Movistar, también ahora en el catálogo de Filmin) habría adquirido un carácter hipnótico del que no se habría desposeído ya nunca y sería recordada como el mejor homenaje posible, inimitable, a Yasujiro Ozu.
La torpe dicción (al menos en inglés) de Wenders impide apreciar en lo que valen -por certeros- sus directos elogios al cineasta, de cuyas películas muestra en su documental una selección de una justeza impresionante.
Aporta pocas cosas para la eventual preparación de una visita a la capital japonesa, aunque la impresión que causa la visión de sus jugadores de pachinco o los que masivamente se entrenan en medio de la ciudad golpeando pelotas de golf, permanecen -lo digo por experiencia propia- en la retina.
Y un mérito: debo reconocerla como la película que me aportó por vez primera imágenes de la tumba de Ozu, objeto ya entonces de peregrinación.
Al ponerme a verla anoche me recorrió un cierto escalofrío cuando oí en ella a Wenders decir que habían pasado veinte años de la muerte de Ozu. ¡Sólo! -pensé-, y un rápido calculo me ofreció el resultado de los otros cuarenta suplementarios ya transcurridos.
Pero a únicamente esos veinte años, que para Wenders representaban muchos, pudo aún entrevistar al discretísimo Chishu Ryu, dejándose luego fotografiar en un andén junto a una serie de seguidoras… de una serie televisiva en la que intervenía entonces y al director de fotografía Youharu Atsuta, quien se enfada consigo mismo al ver que no ha podido retener la emoción del recuerdo del realizador al que sirvió con una lealtad absoluta.
Y un recuerdo respetuoso para Setsuko Hara, a quien Wenders debió, sin duda, buscar con ahínco para hacerla salir en su documental. Pero es que ella había decidido, cuando Ozu falleció, retirarse y no volver a participar nunca más en un rodaje.




 

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