Esteve Riambau y Fabrice Aragno en la presentación de la sesión
Ayer, en la Filmoteca, Fabrice Aragno presentó una sesión con dos mediometrajes no firmados por Jean Luc Godard, pero que explican mucho mejor que muchas de sus películas al personaje y, sobre todo, al de sus últimos tiempos.
La primera (en otro momento citaré la segunda) fue “Quod Erat Demonstrandum”, del 2012, del mismo Aragno. ¿Qué mejor, para situarla, que trasladar aquí alguna de las cosas que explicó él mismo?
Todo surgió -comentó Aragno- cuando recibió la petición de efectuar un film sobre Godard para una serie de la televisión suiza. La rechazó porque no se vio haciendo un film ‘sobre’ Godard habiendo estado él siempre a su lado, codo con codo, los últimos años. Sólo se veía capaz de hacer un film ‘con’ Godard.
Y fue Godard quien, sabiendo que había dinero a ganar, le hizo aceptar la propuesta.
Aquí Fabrice Aragno hizo una aclaración muy pertinente: todo el mundo cree que Godard, con su casa a orillas del lago Leman, era muy rico, pero eso no era así. Los ingresos que tenia como derechos de autor (ese copyright que él mismo quería ofrecer a todos libremente) apenas si llegaba para pagar la casa. No habiendo nunca cotizado para ello, no tenia ni la más mínima pensión. En esas condiciones, un flujo de dinero fresco le permitía tirar adelante un tiempo…
Godard escribió el guión (una sucesión de extractos de sus películas intercaladas con grabaciones en las que aparece él mismo) y Fabrice Aragno se ocupó de su montaje y firmó la pieza. Complicado de discernir en sus intenciones al haber escogido cada uno de esos fragmentos y descifrar al completo su interpretación (como puede llegar a pasar en los Godard a partir de una época), yo aventuraría que lo mejor es dejarse llevar por el momento, viendo las imágenes del film (pescadas de DVD y cintas de vídeo) y oyendo las frases de sus intervenciones. Reconocer algunas puede llegar a emocionar y la profundidad de otras puede, en ocasiones, llegar a captarse.
Aragno, sonriente pero seguramente dolido, acabó señalando que si lo hubiera firmado Godard, se disputarían la exhibición de la película todos los festivales del mundo pero, habiéndola firmado un desconocido como él, nadie se la había solicitado, pese a ser, desde luego, una película que venía directamente ‘de’ Godard, más godardiana que otras suyas.
Desgraciadamente puede que lleve algo de razón y la cosa funcione así. Había menos gente que lo normal, pero aún era peor en la sesión siguiente, también presentada por Aragno, puesto que en esa ocasión era la sala grande la que acogía sólo un puñado de espectadores para ver “À vendredi, Robinson” (Mirra Farahani, 2022), una película que te muestra como pocas la personalidad de Godard. Tanto o más que “Vrai, faux passeport”, a la que acudió mucha más gente.
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