El cartel confeccionado por la “Academia”, con el nombre de los diez cineclubs activos que han localizado como activos desde hace más de 50 años.
Era ayer un acto, si se quiere, protocolario, que se adentró, en una mesa redonda, por terrenos impensables en este tipo de actos, analizando cómo llega el cine hoy a sus espectadores y preguntándose por donde podía ir en un futuro próximo. Me explico:
La Acadèmia del Cinèma Català lleva unos años distinguiendo a diferentes elementos del patrimonio cinematográfico de por aquí. En años anteriores lo ha hecho con la Colegiata de Cardona (uno de los lugares de rodaje de “Campanadas a medianoche”), con los estudios Orphea (en su momento los más importantes de cine sonoro en toda España) o las trece salas de cine centenarias que aún funcionaban… en 2020 (parece que de entonces a ahora, lamentablemente, han fallecido unas cuantas). Pues bien: este año han decidido homenajear a los cineclubs más veteranos, aquellos que, siguiendo activos, llevan más de cincuenta años de antigüedad.
Han localizado diez:
-Associació Cultural de Granollers
-Manresa
-Valls
-Olot
-Sabadell
-Vic
-Vilafranca
-Centre de Lectura de Reus
-La Seu
-Associació d’Enginyers
Representantes de todos ellos estaban en el Cinema Edison de Granollers donde, junto a parlamentos de la Presidenta y Directora de la Acadèmia y de la Alcaldesa de Granollers, hubo la mesa redonda de la que he empezado hablando.
La mesa redonda la había de moderar Roc Villas, quien, además de haber pasado por cargos oficiales de ámbito cinematográfico, fue él mismo, en tiempos, gestor de un cineclub. No pudo asistir finalmente, al enfermar, con lo que le sustituyó a última hora Tariq Porter, que es quien, además, había estado investigando para confeccionar un dossier (que aún no ha debido salir a la luz, porque no lo hemos visto) sobre los diez cineclubs ahora ya calificados de históricos de forma irrebatible, puesto que académica…
Tariq Porter enfocó la conversación, después de hacernos fijar a todo el público en sus calcetines (que dijo se habría cambiado si lo hubiera sabido), en hacer valorar el dinamismo de los cineclubs frente al de las salas comerciales.
Es verdad que la asistencia a las sesiones de cineclub están en promedio bastante por encima de la de las salas comerciales, pero eso no es para echar campanas al vuelo, porque bastante tienen con resistir los pobres cines comerciales que resisten y, como explicaron el veterano responsable del cineclub anfitrión y la jovencísima responsable del Cineclub del Diable de Martorell, la pandemia supuso un buen martillazo a la frecuentación de los cineclubs, que, como pasa con la asistencia a ver cine en salas en general, aún no han recuperado la media de asistencia previa. La gente (y que tire la primera piedra aquel al que no le haya pasado) se ha retraido mucho en sus salidas de casa para ir al cine, que aprendió durante el confinamiento que podía ver sin peligros de diverso tipo en casa a través de diferentes plataformas, y ahora le está costando volver a su -ya débil- costumbre anterior.
Otra ronda de intervenciones fueron para hablar de la edad media de los espectadores de cineclubs. Me temo que -excepción hecha de determinados fenómenos y de los clones de la Marvel- éste tampoco es un tema específico de los cineclubs, sino del cine en general, o al menos de la asistencia a las salas de cine: el público base resistente es aquel que iba al cine regularmente cuando el cine era una de las referencias culturales básicas, cosa que ya desde hace bastante tiempo, en cualquier caso, no es. El público actual tiene, pues, una cierta edad...
¿Cómo hacer entonces, pues, que acuda el público más joven a las salas en las que aún se efectúan sesiones? Para esa pregunta hubo inicialmente la respuesta del propio Tariq Porter y Emma Fernández, de una Federación de Cineclubs preocupada desde siempre en formar al público infantil y juvenil para ver cine y acudir a las salas, y luego la de los propios cineclubs, desde la respuesta de Ana Lati (Martorell), que, sin angustiarse por ello, señaló que ese espectador bien joven ya iría cuando considerase que había de ir, que habría que darle tiempo para que lo viese como algo suyo, a la respuesta de Ricard Caussa (Granollers), quien confesó que ya había desistido de intentar repescar públicos jóvenes programando películas que podían atraerlos… porque eso lo que ocasionaba era perder a su público habitual. En su caso lo que hacen es poner a disposición su sala para que los grupillos interesados en pasar otro tipo de cine, se haga sus propias sesiones.
Por lo demás, volvieron a quedar reflejadas las características que corresponden a los buenos cineclubs y que hacen que sería una lástima perderlos: un cuidado especial por el tipo de cine a proyectar (se utilizó el palabro inglés “curator”), un “vestir” las sesiones con hojas de sala, presentaciones y, de poder ser, coloquios que refuercen esa idea de que los cineclubs los fundan gente que quiere ver buen cine y compartirlo.
Oí ahí y en varios corrillos antes y después de la sesión algo que puede tener ciertos visos de realidad: el cierto hartazgo que está teniendo el personal con las plataformas -en mi opinión, el auténtico ogro de los cineclubs y de los mismos cines comerciales, apoyando los procesos actuales de desmaterialización de todo tipo de cosas-. Son habituales las largas búsquedas de películas para ver en la o las plataformas que cada uno tenga en casa, obteniéndose al final, con la elegida, un grado de satisfacción muy deficitario. Falta, pues, cada vez más, poder confiar en una plataforma como antes se confiaba en determinados cines, que eran los que programaban las películas que deseabas ver.
Ese papel “curatorial” que he dicho salió a la palestra y que asumen los buenos cineclubs.
Los miembros de la mesa redonda.
La presidenta (Judith Colell) y la directora (Laia Aubia) de la Acadèmia del Cinema Català.
Una serie de programas de diferentes épocas del cineclub activo más veterano, el Cineclub Associació Cultural de Granollers.
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