miércoles, 2 de noviembre de 2022

L’amour l’après-midi

La imagen icono (junto a la de Chloé tumbada en su camastro de espaldas) de la película, que sirvió para su cartel publicitario y, seguramente, fomentó el tremendo éxito del film en Norteamérica. Para no rozar los límites permisivos actuales de esta simpática red que nos acoge, no cuelgo aquí el rotundo fotograma que sigue.

Chloé (Zozou) entrando como Pedro por su casa en el despacho del protagonista, la otra pieza de decorado. He dudado de si colgar otra imagen, en la que puede llegar a detectarse la fotografía simulando la casa vecina que colocaron tras unos visillos.

Por un proyecto personal, tras haber leído hasta el hartazgo cantidad de escritos de y sobre Rohmer, me propongo ver el mayor número posible de sus películas, e inicio el viaje por “L’amour l’après-midi” (1972), que no tenía tan frecuentada como otras disponibles también en Filmin.
Yo también la veo como una película extrema en el entorno de las del periodo, la que más deja ver, hasta la exageración, el férreo esquema narrativo de base. Aún canalizada por un narrador (masculino), mientras posteriormente el narrador desaparecería y el protagonismo soldría pasar a una mujer. Ese protagonista es, claramente, el doble de Rohmer, de quien De Baecque dice en su biografía que estaba muy intranquilo durante el rodaje. Ahí voy.
Esa intranquilidad tenía diversas causas. Una era, para evitar ruidos de la ciudad, la utilización de decorados como escenario del despacho de él y del apartamento de Chloé, rompiendo con esa obsesión que tenía Rohmer de no alejarse de la realidad. Aunque intentó restablecer la sensación de realidad por otros mecanismos, ese artificio empleado, visible además a continuación de uno de sus ejercicios de calle más radicales, provoca un cierto agobio.
Pero otra razón, más visceral, fue la necesidad de rodar unas escenas con Zouzou desnuda (la cita a Ingres que alguien mencionó y a partir de entonces Rohmer admitió como evidente referencia). Parece ser que casi se evaporó del set, dejando su papel… a quien venía a hacer de su doble.
Todo un carácter, casi entrañable, de diván psicoanalítico, el de esa marcada doble personalidad, Maurici Schérer/Éric Rohmer.
¡Y cómo se echa en falta!


El ambiente cálido retratado por Néstor Almendros de la casa del matrimonio, casi un templo de estudio y trabajo. Rohmer pidió finalmente a su actor protagonista si no dejaría que fuera su propia mujer la que interpretará ese papel…

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario