Jonas Mekas cumpliría este diciembre cien años y Xcèntric lo celebró presentando ayer domingo (también último día de L’Alternativa) los 288 minutos de su muy lírica “En el camino, de cuando en cuando, vislumbré breves momentos de belleza” (2000), una recopilación “no cronológica, sino al azar, según las encuentro en la estantería” que enlaza fragmentos escogidos de sus películas/diarios rodadas a lo largo del tiempo.
Agotadas las localidades, el auditorio del CCCB estaba lleno de un ávido público mayoritariamente juvenil, en general grupos de amigos unidos por la búsqueda y degustación de cine experimental, pero hasta llegué a saber de un jovencito de trece años que había venido de Madrid especialmente para verla.
Aparecen fugazmente en la película, como casi siempre en su obra, unos cuantos artistas del underground, pero en esta ocasión se trata más que nunca de films familiares, con gran protagonismo de su mujer e hijos.
Está dividida en doce capítulos, y en cada uno de ellos la voz de Mekas nos dirige, trabajando en la mesa de montaje de su casa, en la que viste con sonidos y músicas la cinta resultante, una serie de explicaciones sobre su intención, muy clara. Nos informa de que trata de rememorar “una sensación del paraíso” vivida; de que él es un “filmador”, pues lo que le gusta es filmar, más que hacer films. Y, con absoluta modestia, va repetidamente pidiendo excusas porque en su película “no pasa nada”. Llega a decir, riendo, que es una “masterpiece of nothing”.
Está la película (con su singular forma vertiginosa de rodar, montar y pasar lo rodado, que tan penoso debe hacer conseguir una específica captura de pantalla) llena de nieve, de flores, de gatos, pero sobre todo de niños, dando sus primeros pasos o, en general, disfrutando como cosacos.
Su visión y su apoteósico final me ha hecho regresar a casa, tras las cinco horas de proyección, con unas ganas locas de recuperar los vídeos familiares que rodé hasta que mis hijas se hicieron mayores.
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