Andaba yo dilucidando en qué se vislumbraba la relación de “La religiosa” (1966, ayer en la Filmoteca) con los otros films de Jacques Rivette, porque la verdad es que quizás se vea un poco el mundo teatral en el ritual que se gasta en un convento, o los juegos grupales en el siguiente convento al que va a parar Suzanne Simonin, pero realmente no llegaba a ver el típico mundo de Rivette representado en esa tan consistente trama, que sigue fielmente, excepción hecha del final (como me dijo a la salida un aplicado lector) la obra de Diderot.
Cuando, de repente, en el momento en que Suzanne (Anna Karina), desesperada por las penalidades sin fin que está sufriendo en el convento, se saca la toca de la cabeza y la arroja al suelo donde, contorsoniándose, va a parar ella misma, me ha parecido estar viendo a Marianne (Emmanuelle Béart) en “La Belle Noiseuse” (1991) en una de sus forzadas poses de modelo.
La imagen capta otro momento, pero creo que servirá para trasmitir la sensación que, por un momento, me cruzó por la cabeza.
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