“Estoy muerto. Morí hace cuatro días..." |
Hoy he repescado en la Filmoteca “Sin fin” (Kieslowski, 1985), de la que me habían hablado muy bien.
En su primera escena, un hombre joven en plano medio (primera foto) se dirige a nosotros, espectadores, diciéndonos que está muerto, que le dio un ataque de corazón cuatro días antes. A su lado, en la cama, está su mujer, a la que despierta una llamada telefónica. Tras la llamada, ella se dirige a la cocina, donde prepara mecánicamente dos vasos de café. Se da cuenta de lo que ha hecho y lanza el contenido de uno de ellos por el fregadero.
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Ésta de la inverosimilitud de la pérdida, de la casi imposibilidad de hacerse a ella y soportarla, es una de las líneas (posiblemente la principal, pues la sigue de principio a fin) de la película. La otra se encuentra en el convulso y para mí confuso ambiente político y social de los últimos tiempos del comunismo en Polonia, bajo el general Jaruzelski, pues el muerto era abogado, y llevaba un caso de un joven adscrito al sindicato Solidaridad, que ahora llevará un pragmático abogado como último caso.
El hijo, que inicialmente asume un papel de sostén de la familia. |
Capto muy bien las sensaciones y actitudes de la mujer, a la que la cámara de Kieslowski sigue por todo su deambular, tras revisar y descubrir fotos, cosas guardadas, todo eso. Pero todo ese otro ambiente político-social y las diferentes posturas que comporta (en esa sociedad tan rara, envuelta en su catolicismo, que hace que una celebración masiva con velas en un cementerio pueda ser un acto de fervor religioso, pero a la vez un acto de marcado color político anti-régimen) resta para mí igual de confuso, o más, tras la visión del film.
El pragmático abogado dispuesto a batallar en su último caso y su pasante, de ideas totalmente opuestas. |
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