No es un trago ligero “No matarás” (Krzysztof Kieslowski, 1988), que han pasado hoy en la Filmoteca. Durante buena parte de la película seguimos un montaje paralelo a tres bandas. En la primera, un antipático y egoísta taxista limpia su taxi (¿será, ésta de los taxis, una constante en Kieslovski?) y se dispone a empezar su jornada laboral. En la segunda, un joven vaga ocioso sin objetivo claro. En la tercera, un abogado enemigo de la pena de muerte supera un examen y es elegido para entrar a trabajar en un gabinete jurídico.
El primero sale de un barrio de bloques, sin servicios y con encharcados descampados. El segundo se mueve por el centro de la ciudad, pero está claro que no le pertenece, que él viene de fuera. De quien sí es la dinámica ciudad que recorre y disfruta es del joven abogado.
A los dos primeros personajes los reúne el azar en un encuentro brutal, de lo más angustioso, que me hace pensar que Jaime Rosales había visto “No matarás” cuando hizo su inicial “Las horas del día”. Hay entonces una elipsis -sabremos que ha transcurrido un año- y llega el enlace con el tercer personaje, con unas escenas de una minuciosidad y pretendida pero imposible asepsia increíbles. Es en esta parte en la que surge el diálogo que dijo Piesiewicz en su charla en la Filmoteca le enorgulleció y emocionó de forma definitiva: “Diga al procurador que yo nunca diré que he terminado con mi defendido”, le oyó decir a un amigo suyo abogado.
En esta última parte del film Kieslowski nos hace sentir sin velos lo cruel, bestia, que es incumplir el quinto mandamiento. Y lo aún más bestia que es incumplirlo luego con afán ejemplarizante.
En toda la película se distingue sobre Varsovia un cielo plomizo, acorde con el tema que se desarrolla en ella, y alternativamente el extremo derecho o izquierdo de la pantalla aparece inusualmente oscurecido, aunque tengo dudas de si eso es producto del DVD proyectado. La foto que cuelgo, no obstante, parece decir que no se trata de un defecto de la copia.
Otra cosa. He sido bastante reticente, ya lo expliqué, a volver a Kieslowski. Recordaba, aún en alguna película que me gustó, alguna escenario me osteció bastante efectista y una música grandilocuente, pero vacía. No soy en absoluto un melómano, cosa que tanto abunda por aquí, pero me temo que ratifico lo de la música. No me suelo fijar en ella, por el oído musical (es ironía) que tengo, pero en esta ocasión unas cuantas notas me han tirado un poco para atrás. ¿Qué opinan los entendidos de la música de Preisner?
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