Aunque no sea lo fuera de serie de la retrospectiva Bergman del año pasado, es muy interesante seguir un ciclo como el actual de Kieslovski de la Filmoteca. Te gusten más o menos sus diferentes sesiones, vas apreciando constantes en todas sus películas, y eso es muy satisfactorio.
Hoy pasaban, por ejemplo, los dos últimos capítulos de su decálogo. Independientemente de que uno (“No desearás a la mujer de tu prójimo”) me ha interesado de verdad y el otro (“No codiciarás los bienes ajenos”) me ha parecido que, con sus parodias y tratamiento burlesco, devaluaba la altura de la serie, sirven muy bien para ver detalles muy de Kieslowski.
Por ejemplo, en el segundo estaba preocupado, porque ha tardado como media película en aparecer el bloque de pisos de los arrabales, que voy viendo que aparece en todos sus films polacos. Otras cosas son menos anecdóticas y se ven muy bien en “No desearás...”:
-La utilización alternativa de la sombra y la luz sobre los rostros de los personajes. Era impresionante en el capítulo 8 (“No cometerás falso testimonio ni mentiras”), aumentando nuestras dudas sobre la bondad o maldad moral del personaje principal, en una película en la que domina la ambigüedad, pero en ésta también se da por el principio, marcando las ideas alternativas opuestas que le sobrevienen, sobre el personaje masculino, al que, en el plano siguiente, su mujer le tapa la cara por completo con una toalla.
-El punto de vista al que obliga al espectador la posición de la cámara en determinadas secuencias, convirtiéndolo en un voyeur. La escena paradigmática sería una en la que la mujer está en casa de su madre con su amante y lo observamos todo entre las puertas semiabiertas de un armario. En ésta ocasión la cosa es más que justificada, porque al poco tiempo vemos que en el armario está el marido, pero planos que dan esta sensación están repartidos, sin una justificación tan clara, por todas las películas del realizador.
-Los planos cortos mostrando con precisión alguna acción circunstancial. En este capítulo del Decálogo hay uno especialmente grosero, que no sé cómo un cineasta como Kislowski llegó a perpetrar: el protagonista acaba de saber que es y será todo el resto de su vida impotente y, para hacer ver que esa idea le atormenta, vemos lo que es casi un inserto de una acción colateral, en una gasolinera, cuando él pasa por ahí: El empleado mete y acopla la manguera del surtidor en el orificio del depósito de gasolina de un coche... Pero hay otras, ya no vergonzantes como ésta, que me parece que son marca de la casa, y que ayudan mucho a la construcción de la atmósfera de la película. Es el caso en esta misma de la visión de cómo un rápido hace en su máquina un duplicado de una llave.
-Otra característica sería el sembrar sus films de antecedentes de sus películas posteriores. Por ejemplo, de las cosas que recuerdo de “Azul” es la escenificación del accidente de coche, con esas ruedas girando por la inercia acumulada, mientras ya toda la carrocería está paralizada. Aquí algo muy parecido se da con una rueda de bicicleta, que gira para hacer notar contundencia del golpe.
-Otro precedente sería el del invento en “Azul” del compositor Van der Budermayer (del que ayer hablaba MAM), que resulta que tiene su función ya en este Decálogo-8. Pero eso me llevaría a hablar con sinceridad de la opinión que he ido asentando sobre la música de Preisner en las películas de Kieslowski y, como una amiga me ha dejado bien claro que atacar su trabajo es atacar el indisolublemente asociado trabajo de Kieslowski y entonces, directamente, atacarla a ella, correré un tupido velo sobre la cuestión, para que no se indisponga conmigo.
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