No sé si seguirán igual, pero recuerdo los enormes pasos subterráneos peatonales de las grandes avenidas moscovitas, poco después de la caída del régimen soviético. No es que fueran precisamente agradables, con tanta gente circulando por ellos a tanta velocidad, pero se constituían en un bazar de lo más variado, donde había desde puestos informales de venta de películas pirateadas hasta pequeñas tiendas de moda.
El segundo cortometraje de la sesión de de Kieslowski de ayer en la Filmoteca fue “El pasaje subterráneo” (1974) y con sus charcos, desconchados y tiendas me los recordaron un poco. Quizás en Varsovia, como pasaba con los rascacielos de Moscú, les copiaron también ese tipo de instalaciones.
También en blanco y negro, pero muy diferente que el retrato de Lodz, el corto muestra una cámara muy nerviosa siguiendo a un hombre que busca una tienda concreta del pasaje y luego vemos que no para comprar nada sino para contactar con la mujer que se encarga de cambiar en él un escaparate. Poco a poco la cinta, entre movimientos de cámara, entre el ajetreo de los paseantes que van cambiando a medida que se va haciendo la noche, va dándonos información sobre quiénes son esa pareja y cuál es su relación, hasta que, cerrándose un círculo, nos vamos sabiendo la historia completa, con impresión de lo irreversibles que son ciertas cosas.
Cuesta entrar en ella, pero cuando acaba te das cuenta que no se trata de un Kieslowski menor.
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